• Tiene algunas particulares inusuales respecto a otros sismos intraplaca: su magnitud de 8.2, en dónde inicia su ruptura y cómo se propagó, explicó Xyoli Pérez Campos, directora del Servicio Sismológico Nacional

Cuando se genera un sismo importante, especialistas de la UNAM se dan a la tarea de caracterizar el punto de ruptura y cómo se propaga dicho movimiento. El ocurrido el 7 de septiembre de 2017 “tiene algunas particulares inusuales respecto a otros sismos intraplaca: su magnitud de 8.2, en dónde inicia su ruptura y cómo se propagó”, indicó Xyoli Pérez Campos, directora del Servicio Sismológico Nacional.

Estos hallazgos, publicados recientemente en la revista Nature geoscience, son resultado de un estudio liderado por expertos de la Universidad Nacional, en el que participan El Colegio de Michoacán y de la Universidad de Oregón.

Por la UNAM colaboraron Xyoli Pérez y Enrique Cabral Cano, del Instituto de Geofísica; Ángel Ruiz Angulo y Jorge Zavala Hidalgo, del Centro de Ciencias de la Atmósfera; Marina Manea y Vlad C. Manea, del Centro de Geociencias; M. Teresa Ramírez-Herrera, del Instituto de Geografía; y Leonardo Ramírez Guzmán, del Instituto de Ingeniería.

Pérez Campos explicó que la litósfera oceánica en la placa de Cocos es frágil a profundidades como en la que se generó el sismo del 7 de septiembre. Ahí, literalmente se rompió dicha placa.

En el trabajo se describe que el sismo se originó en una zona que está por debajo de la corteza oceánica, en el manto litosférico. “Cuando se rompe, no sólo toca la litósfera, sino también una región que no era considerada tan frágil”. Esto fue lo que llevó a los expertos a repensar por qué se rompió la placa.

Habitualmente, añadió, los terremotos rompen la parte superior del manto litosférico, pero el que afectó principalmente a los estados de Oaxaca y Chiapas se dio por debajo de ella. En esta ocasión, la parte del manto en el Istmo de Tehuantepec se comportó de forma diferente y se rompió.

La experta recalcó que lo particular de este temblor es que inició y se propagó a una profundidad en la que no es habitual que se fracture el material, pues es considerado más dúctil y maleable.

Entre las implicaciones del por qué se originó el sismo, Pérez Campos precisó que es una región con alto nivel de hidratación, y que fallas preexistentes fueron hidratadas antes del movimiento telúrico, por lo que se comportó de manera diferente.

Este movimiento es similar, en tamaño y geometría de placa, al ocurrido en 1931, que no se dio en el Golfo de Tehuantepec, sino en el centro del estado de Oaxaca.

Recordó que anualmente la Placa de Cocos se mueve unos centímetros, y eso continuará por millones de años; por lo tanto, nuestro país seguirá presentando movimientos sísmicos. 

Este estudio científico es uno más de los que han realizado expertos de la UNAM con la finalidad de lograr un modelado para alertamiento temprano de tsunamis; un mapeo de las más de 27 mil réplicas que se han generado del sismo, además de revisar la distribución de la ruptura, el tiempo en el que ocurrió y sus características.

Finalmente, Pérez Campos recordó que aunque los cálculos de la magnitud de un evento como éste son casi inmediatos, el análisis del movimiento sísmico lleva tiempo no sólo por la precisión con la que deben ser analizados los datos, sino porque se trata de trabajos que deben ser revisados por pares.