Moisés MOLINA

Hoy, más que en otro tiempo, se deja sentir en México la crisis de liderazgos. 

Espero que el mensaje que, a esta hora, acaba de compartir el Presidente López Obrador en sus redes sociales llamando a la sana distancia y al cuidado de nuestros adultos mayores, por primera vez desde que empezó la contingencia, contribuya a atenuar esa crisis que le impide al país tomar rumbo cierto, hacia arriba y adelante.

Pero el déficit de liderazgo no tiene que ver exclusivamente con el Presidente.

En tiempos donde los vacíos tendrían que ser llenados desde las entidades federativas, la iniciativa privada y la intelectualidad mexicana, son pocos los gobernadores (se tiene que reconocer que el de Oaxaca es uno de ellos), los empresarios (como Alfredo Harp y Carlos Slim)  y los periodistas e intelectuales que lideran el manejo de la emergencia desde sus respectivos ámbitos de acción, con responsabilidad y alejados de la necia tentación autoritaria, de revancha o de lucro.

Hemos sido testigos, por todos los canales, de los dichos de Miguel Barbosa decirle a los poblanos que solo los ricos corren peligro de contagio y que los pobres, entre los cuales él se autoadscribe, son inmunes. 

Hemos visto y escuchado profusamente al gobernador de Veracruz calcular, ante los medios de comunicación, que es posible dejar a libre arbitrio de los presidentes municipales la apertura de las playas para la Semana Santa, siempre y cuando solo se permita el acceso solamente a cien personas y con la debida distancia.

Estoy preocupado porque Puebla y Veracruz son nuestros vecinos y los dichos y acciones irresponsables de sus gobernantes nos pueden pasar factura. 

El gobernador de Jalisco nos sorprendió gratamente con el anuncio de la adquisición de 20 mil pruebas rápidas para sus gobernados, y nos volvió a sorprender súbitamente con el lamentable anuncio de que el programa de pruebas masivas se cancelaba porque el proveedor ya no le contestaba el teléfono.

Ricardo Salinas Pliego, el empresario consentido de la 4T, también nos sorprendió diciendo y replicando, a través de todos los canales bajo su influencia, que -palabras más, palabras menos, la prioridad era la economía por encima de las prácticas de prevención de los contagios.

Los avisos, multiplicados en imágenes en la redes sociales, pidiendo a los deudores de sus empresas que adelanten el pago de sus mensualidades para no verse afectados, no pueden sugerir otra cosa más que la miseria que puede vivir dentro de uno de los hombres más ricos de México.

El pasado 24 de marzo, el escurridizo Secretario de Salud Jorge Alcocer, expidió con el visto bueno del Presidente López Obrador, un Acuerdo de medidas preventivas ante el COVID-19. 

Dicho acuerdo publicado en el Diario Oficial de la Federación (que puede consultarse en https://www.dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=5590339&fecha=24/03/2020), es ley vigente y obliga a “las autoridades civiles, militares y los particulares, así como las dependencias y entidades de los tres órdenes de gobierno”. 

En pocas palabras, nos obliga a todas y a todos. Y los primeros obligados a respetar su observancia son los representantes populares moralmente superiores de la 4T, sin excepción: gobernadores, presidentes municipales, diputados locales, diputados federales y senadores.

Y si hablamos de periodistas e intelectuales, se tiene que decir que más de uno entiende la contingencia y su evolución como materia de una guerra declarada contra el Presidente o como pretexto idóneo para defender ocasionalmente lo indefendible. 

Pero de esta vamos a salir. Y cuando todo pase habrá que revisar los saldos.

A golpe de desgracia, crisis económica y muerte los mexicanos tendrán otra perspectiva cuando llegue el momento de votar.

Creo que el liderazgo responsable y oportuno de mujeres y hombres de una nueva generación que sí entiendan el mundo y los nuevos tiempos, es algo que comenzará políticamente a cotizarse a la alza. Pocos changos viejos aprenden maromas nuevas.

El pueblo quita y el pueblo pone, dice nuestro Presidente a quien las líneas de aprobación y desaprobación ya se le cruzaron en todas las encuestas. Y ese slogan va a cobrarle la factura a quienes no hayan podido o querido actuar con diligencia, responsabilidad y temple en las horas decisivas.

Esta tempestad será parto de nuevos liderazgos en un país que probablemente siga sin saber bien a bien lo que quiere, pero que indudablemente, y a estas alturas, ya sabe lo que no quiere.

@MoisesMolina