Moisés MOLINA

He seguido con atención las amenas conversaciones del webinario “Repensar el futuro de la comunicación digital” organizado por la consultora “La Agencia”.

A lo largo de dos días he escuchado voces autorizadas hablar sobre las lecciones del COVID 19 para las elecciones 2021 y sobre los nuevos retos de la comunicación en las redes sociales.

Alejandra Sota, Roberto Morris, Pico Covarrubias, Ivonne Melgar, Yuriria Sierra y mi admirado Salvador García Soto han compartido, en base a su formación y personal experiencia, su visión en torno al futuro incierto que nos dejará la pandemia.

El COVID 19 irrumpió como nada lo ha hecho en nuestras vidas y sus lecciones quedarán para la vida pública y para la privada. En medio de lo que resulte en la nueva cotidianidad de los mexicanos, en 2021 tendremos la más grande elección de la que se ha tenido registro. 

México elegirá apenas superando la pandemia gobernadores, legisladores y presidentes municipales. Dicha elección nos pondrá a prueba a todos: gobernantes, árbitros, candidatos y electores.

La única constante del análisis conjunto en el webinario respecto de lo que hoy tenemos, a manera de un acto preparatorio de campaña, es la polarización. La división, el encono, el resentimiento y la frustración son el caldo en que habrá de cocinarse el próximo proceso electoral. Y nada parece cambiarlo en lo inmediato. 

Tendremos indudablemente campañas negras, de odio. De esas que ahuyentan al electorado “serio” y reflexivo.  Difícilmente se irá a favor de algo y muy probablemente todo el discurso irá con la premisa de destruir al enemigo, por delante.

Y es que no habrá adversarios, ni normas de urbanidad política. Los cubiertos en el banquete de la comunicación política se guardarán para mejor ocasión y el festín será lanzado entre los enemigos de un lado al otro de la mesa. La arena de la política se tornará en pantano y buscará ganar quien más ensucie al oponente, quien más le destruya.

El pulso lo tenemos en las redes sociales que han cobrado, en esta prolongada cuarentena, mayor relevancia a la que ya tenían. La discusión político electoral es hoy eminentemente digital y por desgracia inescrupulosa y generalmente irracional.

Con la sensatez que le caracteriza, Salvador García Soto hizo un llamado a elevar el nivel del debate desde las redes, a neutralizar los odios y construir alternativas que puedan ser referentes para que los electores decidan. Creo que en el fondo sabe que predica en el desierto.

En este nuevo escenario donde jugar limpio es, como en ningún otro momento, sinónimo de ingenuidad y candidez, tendremos que prepararnos para una elección de los opuestos que desgraciadamente son los menos y de las nuevas clientelas que como antes serán movilizadas y buscarán hacer las más.

El Presidente López Obrador es el más priista de los presidentes que hemos tenido desde finales del siglo pasado. El viejo PRI, el de antes del neoliberalismo, el que murió a manos de los tecnócratas está en su genética, en su visión, en sus decisiones, en su estilo personal de gobernar. 

Sin ir a la boleta, será el principal candidato, siempre lo ha sido. No tiene interés en ser nada más, incluido Presidente. Esperó tanto por el dulce sabor de la victoria que seguirá buscándola, en esta ocasión, por interpósitas personas. 

Si la oposición no logra, a la voz de ya, integrar en conjunto o por separado una  plataforma electoral atractiva y una estrategia de comunicación política eficaz desde las nuevas técnicas y tecnologías de la información y la comunicación terminará ocurriendo todo aquello que con horror advierten a diario.

A fin de cuentas, no se trata solo de marcar el “fault” sino de diseñar el horizonte de alternativas y hacerlas asequibles para quienes se informan y deciden con un teléfono celular en la mano.