La apuesta por aumentar el número de debates presidenciales, hacerlos con formatos flexibles, moderación activa y sin monólogos secuenciados inmunes a la más mínima interrupción o cuestionamiento permitió este año abonar mejores condiciones para el voto informado, para el contraste de ofertas de gobierno y posturas de las candidaturas participantes frente a una vitrina masiva que le acercó a la población un detalle más desarrollado de lo que permiten los spots de la pauta oficial.

El saldo de los debates indica que sí hubo un paso relevante en la ruta correcta, aunque no se trata de un puerto definitivo, porque se puede seguir avanzando. Mejores debates favorecen a todas las fuerzas políticas, pero sobre todo a las audiencias que mostraron gran interés en los tres encuentros cara a cara entre los presidenciables que tuvimos en abril, mayo y junio pasados. Se demostró que es falsa esa idea que asume a la ciudadanía como desinteresada del entorno electoral y político.

El informe final de los debates presidenciales que ha dado a conocer el INE expone datos descriptivos respecto al conjunto de actividades desplegadas para concretar cada uno de estos ejercicios. Ahí se incluye la medición de las audiencias televisivas, las cuales, acorde a datos de IBOPE, reflejan que 34.7 millones de personas mayores de 18 años vieron alguno de los tres debates previos a la jornada de votación.

Tuvimos 11.4 millones en el primero con sede en la CDMX; 12.6 millones el segundo en Tijuana, y 10.7 millones en el tercero en Mérida.

El arranque del mundial de futbol en puerta no afectó la convocatoria y, además de televidentes, millones de usuarios de redes sociales siguieron y discutieron en tiempo real los contenidos del cara a cara. Nos dice el informe que con corte al 1 de julio los debates han tenido más de 19 millones 126,000 visitas en Facebook, Twitter y Youtube (sólo en cuentas institucionales del INE, sin contar las de medios privados o usuarios que replicaron y acumularon cientos de miles de visitas adicionales).

Esos resultados se combinaron con factores que deben afianzarse para que la cultura de los debates de ideas ocupe cada vez más los espacios de campaña.

La difusión fue clave, primero para explicar las características de los nuevos formatos, pero sobre todo para darle oportunidad de encontrar la señal a quien la quisiera sintonizar en cualquier rincón del país, sin complicar las cosas a electores o poner como condición el acceso a internet, que es muy importante, pero no llega a todos los sectores como sí la radio o la televisión abierta. El primer debate presidencial fue transmitido por 923 emisoras de radio y televisión (254 públicas y 669 privadas); el segundo, en 971 señales (258 públicas y 713 privadas), y el tercer debate, en 935 (253 públicas y 682 privadas).

Aunque tuvimos casos en donde concesionarios de cadenas nacionales privadas decidieron no transmitir los tres debates en su canal principal, de todas formas lo hicieron en la mayoría y de todas formas mantuvimos cifras muy altas de audiencia.

Discutir los saldos de los debates permitirá no sólo cumplir con la obligada rendición de cuentas que va desde transparentar las actividades y costos asociados a cada uno hasta sistematizar la ruta que seguimos para tener un marco de referencia donde se ubiquen errores y aciertos que siempre impliquen seguir dando pasos al frente en esta importante materia.

Falta revisar cómo funcionaron los debates para las elecciones de diputados y senadores así como en el ámbito local para las de gobernadores y demás cargos de elección popular. Algo es cierto, los debates forman parte ya de los principales ejercicios de nuestros procesos comiciales para la promoción y evaluación de los candidatos.