Jocabed Betanzos Velázquez (Jb)


La tierra que me ha visto nacer es atípicamente temblorosa. Oaxaca, que es el lugar en el que vivo, forma parte de una región altamente sísmica, aquí crecemos desde pequeños con la mención constante de lo que debemos hacer en caso de un temblor y conocemos bien el sonido de las alertas sísmicas.


He vivido, como muchos de mis vecinos y compañeros de ciudad grandes terremotos, he sentido la angustia del pensar en milésimas de segundo que debo resguardarme en un lugar seguro y he observado a mucha gente salir de sus casas y lugares de trabajo corriendo por sus vidas. No te puedes imaginar a cuántas mamás he visto correr a las escuelas de sus hijos, a cuántos novios abrazando a sus niñas, a cuántos amigos llamándose para salir de un edificio, eso si, lo que nunca he visto en medio de un temblor es a alguien corriendo a proteger su carro o agarrando los muros de su casa para que no se caigan, la verdad yo jamás he visto a alguien que regrese a la habitación por sus joyas o por las piezas de arte ridículamente caras que tienen en sus salas de televisión. Y es que una situación de riesgo normalmente nos obliga a pensar en lo verdaderamente indispensable y en aquello que realmente amamos.


El libro más maravilloso que he leído en mi vida dice “ahí donde está tu tesoro es donde está tu corazón”. Nos distraemos tanto tiempo en cosas que valen solo dinero y nos olvidamos de lo que vale vida, de lo que no se compra, de lo que no se paga. No esperemos una situación de angustia por mostrarle a alguien lo que vale para nosotros por encima de todas las demás cosas, que no te gane el tiempo para darte cuenta de lo que amas, que se genere en ti cada día un terremoto que te haga ver el verdadero valor de aquellos que te rodean.


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