Visto a la distancia, 2001 parece una prehistoria digital; cómo y de qué manera pudo transmitirse la información de aquel aciago suceso ocurrido en Estados Unidos

Sep 9, 2021

A inicios de 2001 el valor de las acciones de las empresas puntocom seguía en descenso; la Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos finalmente aprobaba la unión de AOL y Time Warner; StarMedia era la única empresa latinoamericana puntocom con resultados positivos; Windows 2000 reinaba en las aplicaciones integrales del incipiente Internet; en octubre de ese año aparecería el iPod; los ejecutivos utilizaban desde 1999 el RIM Blackberry 5820, un teléfono que era una especie de agenda digital y tenía su propio chat con otros usuarios del aparato, que se volvería popular entre gente adinerada.

2001. Visto a la distancia, parece una especie de prehistoria digital. Cinco años antes apenas había 10 millones de computadoras conectadas. Google tenía escasos tres años operando. Wikipedia nació justo ese año. No había WhatsApp. De verdad no, no había WhatsApp. Facebook se crearía casi tres años después. ¿Instagram? Nada, y mucho menos TikTok. No, no había YouTube, esto sucedió hasta 2005. Y no, tampoco había iPhone, el primero fue lanzado casi seis años después. Si eras periodista se enviaba información por el viejo correo (no se contaba con Gmail, había algo de Yahoo y Hotmail) o por teléfono. Sí, por teléfono fijo, y todavía por fax.

Y los corresponsales y enviados que cubrieron los atentados terroristas se enfrentaron a dificultades técnicas para transmitir su información, obstáculos que hoy parecen inverosímiles en plena era digital, cuando todo llega en segundos, incluidos fotos y videos.

(Los periodistas) teníamos en aquel entonces el monopolio y la preponderancia de la información que actualmente está perdida por completo”

Ulises Castellanos
Fotoperiodista

El fotoperiodista Ulises Castellanos llegó a Nueva York una semana después de los atentados. En ese entonces trabajaba en la revista Proceso. Lo que se encontró fue un ambiente oscuro, de ciudadanos atemorizados, “el desastre de la zona cero y el ambiente en Manhattan de una ciudad devastada, con gente deprimida, locales cerrados, toda la zona sur empolvada, el polvo fino y espeso de las torres, todavía con un olor a carne quemada alrededor de la zona cero”.

Recuerda que en aquella época no había redes sociales, todo se vio por televisión y “recordamos las grandes ediciones especiales de las revistas Time, Newsweek, las portadas del New York TimesUSA Today, porque aún los medios impresos eran relevantes. Alguno que otro neoyorquino todavía tomaba fotografías con cámara side shot, no estaba plenamente desarrollada la telefonía celular”.

Un colega, Ariel Moutsatsos, hoy corresponsal en Washington, trabajaba en aquellos momentos en la radio y “me contaba que él transmitía literalmente pegado a un teléfono de un Starbucks que estaba a unas cuadras de las Torres Gemelas”.

Añade que los periodistas “teníamos en aquel entonces el monopolio y la preponderancia de la información que actualmente está perdida por completo”.

Respecto a las dificultades técnicas refiere que “en ese momento usábamos negativos todavía, estábamos en la transición a la cámara digital, yo traía una cámara Nikon F4 y usamos negativo de color C41 que podías revelar en el clásico Kodak en una hora; luego esa tira de negativos la escaneabas y de ahí lo transmitías en un café Internet. Te podía llevar tres o cuatro horas todo el proceso, entre el revelado, la impresión y mandar unas ocho fotos; pero, por supuesto, era más rápido que ponerlo en DHL”.

Antes que miedo y antes que enojo…

Lo que César Romero, corresponsal de Univisión en Washington, vio en ese 2001 por las calles de North Capitol, a unas cuadras del Congreso de Estados Unidos, fue a la gente que iba saliendo, caminando, en los dos sentidos de la avenida, pasmada, un pasmo que duró varios días.

Recalca la palabra pasmo: “Antes que enojo, pasmo; antes que miedo, pasmo. El miedo vino después, se construyó de manera orgánica en las siguientes semanas”.

Muchos de sus colegas transmitieron por teléfono. El teléfono público costaba 35 centavos. No todos los medios tenían los recursos para contar con telefonía celular, “alguien en la redacción tomaba la llamada y en ese momento cualquier llamada te la iban a tomar porque era la noticia más grande de los últimos años”, concluyó.

A inicios de 2001 el valor de las acciones de las empresas puntocom seguía en descenso; la Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos finalmente aprobaba la unión de AOL y Time Warner; StarMedia era la única empresa latinoamericana puntocom con resultados positivos; Windows 2000 reinaba en las aplicaciones integrales del incipiente Internet; en octubre de ese año aparecería el iPod; los ejecutivos utilizaban desde 1999 el RIM Blackberry 5820, un teléfono que era una especie de agenda digital y tenía su propio chat con otros usuarios del aparato, que se volvería popular entre gente adinerada.

2001. Visto a la distancia, parece una especie de prehistoria digital. Cinco años antes apenas había 10 millones de computadoras conectadas. Google tenía escasos tres años operando. Wikipedia nació justo ese año. No había WhatsApp. De verdad no, no había WhatsApp. Facebook se crearía casi tres años después. ¿Instagram? Nada, y mucho menos TikTok. No, no había YouTube, esto sucedió hasta 2005. Y no, tampoco había iPhone, el primero fue lanzado casi seis años después. Si eras periodista se enviaba información por el viejo correo (no se contaba con Gmail, había algo de Yahoo y Hotmail) o por teléfono. Sí, por teléfono fijo, y todavía por fax.

Y los corresponsales y enviados que cubrieron los atentados terroristas se enfrentaron a dificultades técnicas para transmitir su información, obstáculos que hoy parecen inverosímiles en plena era digital, cuando todo llega en segundos, incluidos fotos y videos.

(Los periodistas) teníamos en aquel entonces el monopolio y la preponderancia de la información que actualmente está perdida por completo”

Ulises Castellanos
Fotoperiodista

El fotoperiodista Ulises Castellanos llegó a Nueva York una semana después de los atentados. En ese entonces trabajaba en la revista Proceso. Lo que se encontró fue un ambiente oscuro, de ciudadanos atemorizados, “el desastre de la zona cero y el ambiente en Manhattan de una ciudad devastada, con gente deprimida, locales cerrados, toda la zona sur empolvada, el polvo fino y espeso de las torres, todavía con un olor a carne quemada alrededor de la zona cero”.

Recuerda que en aquella época no había redes sociales, todo se vio por televisión y “recordamos las grandes ediciones especiales de las revistas Time, Newsweek, las portadas del New York TimesUSA Today, porque aún los medios impresos eran relevantes. Alguno que otro neoyorquino todavía tomaba fotografías con cámara side shot, no estaba plenamente desarrollada la telefonía celular”.

Un colega, Ariel Moutsatsos, hoy corresponsal en Washington, trabajaba en aquellos momentos en la radio y “me contaba que él transmitía literalmente pegado a un teléfono de un Starbucks que estaba a unas cuadras de las Torres Gemelas”.

Añade que los periodistas “teníamos en aquel entonces el monopolio y la preponderancia de la información que actualmente está perdida por completo”.

Respecto a las dificultades técnicas refiere que “en ese momento usábamos negativos todavía, estábamos en la transición a la cámara digital, yo traía una cámara Nikon F4 y usamos negativo de color C41 que podías revelar en el clásico Kodak en una hora; luego esa tira de negativos la escaneabas y de ahí lo transmitías en un café Internet. Te podía llevar tres o cuatro horas todo el proceso, entre el revelado, la impresión y mandar unas ocho fotos; pero, por supuesto, era más rápido que ponerlo en DHL”.

Antes que miedo y antes que enojo…

Lo que César Romero, corresponsal de Univisión en Washington, vio en ese 2001 por las calles de North Capitol, a unas cuadras del Congreso de Estados Unidos, fue a la gente que iba saliendo, caminando, en los dos sentidos de la avenida, pasmada, un pasmo que duró varios días.

Recalca la palabra pasmo: “Antes que enojo, pasmo; antes que miedo, pasmo. El miedo vino después, se construyó de manera orgánica en las siguientes semanas”.

Muchos de sus colegas transmitieron por teléfono. El teléfono público costaba 35 centavos. No todos los medios tenían los recursos para contar con telefonía celular, “alguien en la redacción tomaba la llamada y en ese momento cualquier llamada te la iban a tomar porque era la noticia más grande de los últimos años”, concluyó.
Fuente: gaceta.unam.mx