Menos México en el mundo y menos mundo en México
Por: ARTURO SARUKHÁN
Fue en la contienda presidencial de 2006 cuando Andrés Manuel López Orador, el mandatario mexicano con la menor curiosidad y el mayor desinterés intelectual por lo que sucede en el mundo, comenzó a evidenciar lo que hoy es dolorosamente patente: su desidia y desprecio por la política exterior y los asuntos internacionales. En la campaña que resultó ganadora ese año, acuñamos el lema de “Más México en el mundo y más mundo en México” para expresar las aspiraciones de política exterior de un país que tenía que jugar a más en el sistema internacional. Ahora, a casi cinco años de su gestión, López Obrador le heredará a quien lo suceda en 2024 un México ausente, descarrilado, perdido y a la deriva en el mundo. Dos eventos la semana pasada lo demuestran con creces y con focos rojos parpadeantes. Primero, la ausencia del mandatario mexicano en la cumbre que convocó Joe Biden en Washington con 11 naciones del continente y que conforma la columna vertebral de la estrategia integral de su administración hacia América Latina y el Caribe, a decir la Alianza de las Américas para la Prosperidad Económica (APEP, por sus siglas en inglés). Segundo, la no participación -o la no invitación, no me queda claro aún cuál de las dos fue- de México en una reunión clave convocada por el Reino Unido para buscar generar un marco de diálogo destinado a impulsar los esfuerzos globales para cooperar en la seguridad en torno a la inteligencia artificial, o IA.
Por lo que está en juego con una tecnología que podría alterar la prosperidad, bienestar y seguridad de todas las naciones en el mundo, me enfoco hoy en este segundo evento. En lo que prefigura como un golpe de efecto diplomático por parte del gobierno británico encabezado por el Primer Ministro Rishi Sunak, gobiernos de naciones en seis continentes, reunidos en Bletchley Park (el sitio desde donde se descifraron los códigos encriptados alemanes durante la Segunda Guerra Mundial y del nacimiento simbólico de la era digital), acordaron el miércoles pasado una amplia hoja de ruta para limitar los riesgos y aprovechar los beneficios de la inteligencia artificial. A través de la “Declaración de Bletchley”, 28 países -incluyendo desde el Reino Unido, Estados Unidos, China, la Unión Europea y Japón hasta Brasil, Chile, India, Arabia Saudita y Kenia- con la presencia de las grandes empresas de tecnología y destacados académicos, acordaron trabajar juntos para garantizar que la IA se utilice de manera “centrada en el ser humano, confiable y responsable”, en lo que constituye el primer compromiso global de este tipo.
La declaración reconoce el “potencial de daño grave, incluso catastrófico” que pueden causar los modelos avanzados de IA, pero añade que tales riesgos “se abordan mejor mediante la cooperación internacional”. Estipula la necesidad de desarrollar una responsabilidad compartida sobre los peligros, las oportunidades y un proceso para la colaboración internacional en la investigación y la seguridad de la IA, alentando la transparencia y la rendición de cuentas de los actores que desarrollan tecnología de IA de vanguardia con respecto a sus planes para medir, monitorear y mitigar capacidades potencialmente dañinas. También establece una agenda doble centrada en identificar riesgos de preocupación compartida y desarrollar una comprensión científica de ellos, desarrollando políticas transversales para mitigarlos. «Esto incluye, junto con una mayor transparencia por parte de los actores privados que desarrollan capacidades de inteligencia artificial de vanguardia, métricas de evaluación apropiadas, herramientas para pruebas de seguridad y el desarrollo de capacidades relevantes del sector público e investigación científica», dice la declaración. La declaración destaca que “los riesgos que surgen de la IA son inherentemente de naturaleza internacional y, por lo tanto, la mejor manera de abordarlos es a través de la cooperación internacional.”
No es cosa menor que en un momento en el cual muchas naciones industrializadas comienzan a impulsar diversas regulaciones sobre la IA -dando como resultado un mosaico de normas y propuestas con diferencias significativas entre ellas- y que tanto Estados Unidos como el Reino Unido hayan anunciado la creación de institutos de seguridad de IA precisamente en estos últimos días, adversarios globales como EE.UU y China, con la presencia de la Vicepresidenta Kamala Harris, acordaran apoyar la investigación “internacionalmente inclusiva” sobre los modelos futuros de IA más avanzados y trabajar para lograr la seguridad a través de las organizaciones internacionales existentes, incluidos el G7 y G20, la OCDE, el Consejo de Europa, las Naciones Unidas y la Alianza Global para la Cooperación Eficaz al Desarrollo.
Pero la cumbre y la Declaración de Bletchley también dejaron en evidencia dos temas torales. El primero es que Estados Unidos, nuestro vecino y principal socio comercial y diplomático, es la potencia preminente en IA. Es difícil exagerar el dominio estadounidense en la investigación y desarrollo de la IA. En 2023, Estados Unidos produjo más del 70 por ciento de los artículos de investigación sobre IA más citados en los últimos tres años, seguido de China y el Reino Unido. Lideradas por Google, Meta y Microsoft, las empresas y universidades estadounidenses representan nueve de las 10 principales instituciones de investigación en la materia. La única excepción, DeepMind, con sede en Londres, fue comprada por Google en 2014. Y no solo eso. La Casa Blanca dejó en claro su musculatura para fijar la agenda de IA en el transcurso de la semana. Biden emitió una orden ejecutiva que exige a las empresas de tecnología que presenten al gobierno estadounidense los resultados de las pruebas de potentes sistemas de IA antes de que se hagan públicos. El segundo de ellos es que la historia ha demostrado que, en ausencia de regulación y de una fuerte supervisión gubernamental, algunas empresas tecnológicas optan por priorizar las ganancias por encima del bienestar de sus clientes, la seguridad de sus comunidades y la estabilidad de nuestras democracias, como mostraron redes sociales como el Facebook de Zuckerberg en los dos últimos ciclos electorales estadounidenses y como lo está haciendo ahora la otrora Twitter, ahora X, bajo el mando de Musk. Bletchley pone sobre la mesa la pregunta de si son las empresas las mejores organizaciones para desarrollar y desplegar la AI, particularmente cuando existe la preocupación de que elecciones vitales del próximo año en Estados Unidos, México, India o Reino Unido puedan verse afectadas por el uso malicioso de la IA generativa. Bletchley parece sugerir que el mantra de Silicon Valley de “muévete rápido y rompe cosas” no es el mejor enfoque, y el hecho de que Sunak logró que el ejercicio tenga continuidad, con otra cumbre en seis meses en Corea del Sur, seguida de una tercera en Francia seis meses después, encarna una declaración de misión y propósito manifiesto por parte de este grupo de 28 naciones tan diversas en su tamaño, poder y banda-ancha internacional.
La notoria ausencia mexicana de una cumbre y proceso fundacionales en uno de los temas más revolucionarios y de impacto para la humanidad retrata de cuerpo entero a López Obrador y su estrechez de mira y de apetito internacionales, obnubilados por su nostalgia rancia por el pasado, así como su desdén por lo que sucede en el mundo y cómo impacta eso a México. Pero además manifiesta la irrelevancia mexicana en este momento definitorio en el sistema internacional en un proceso tectónico de cambio tecnológico, la cual nos saldrá cara en el mediano plazo. Por ello, nunca más pertinente que en esta coyuntura y con este ejemplo lo que he subrayado reiteradamente en estas páginas de opinión a lo largo de este sexenio: o nos sentamos a la mesa o estaremos en el menú, y la codificación de reglas y criterios en temas que serán esenciales para la humanidad en su conjunto se definirán sin tomar en cuenta nuestras opiniones, nuestros intereses o -de manera aún más crucial- la necesaria vertebración de la AI con la ciberseguridad en Norteamérica, con nuestros dos socios regionales, ambos presentes en el Reino Unido y ambos signatarios de la Declaración de Bletchley. Pero qué importa el futuro y este salto cuántico tecnológico regional y global cuando lo que se admira y ensalza son el pasado y el trapiche. Y el saldo de todo esto quedará para los mexicanos y para quien asuma el poder a partir del 1 de octubre de 2024.
Consultor internacional; diplomático de carrera durante 23 años y embajador de México.
@Arturo_Sarukhan