Las trabajadoras del hogar son, en México, el invisible absoluto. Existen por miles. En cada casa de clase media o alta. En el confinamiento de un hogar que no es el suyo. O laborando, a destajo, para varios dueños con la esperanza de no ser despedidas por el antojo o la soberbia de la dueña. Pero desde el otoño de 2018, nada será ya lo mismo.

Los efectos del cine en la conversación pública

El particular homenaje de Alfonso Cuarón a su nana Libo Rodríguez, cuyo alter ego, Cleo, protagonista central de la memorable Roma, fue interpretado por la novel actriz oaxaqueña Yalitza Aparicio, se convirtió, tras su lanzamiento en Netflix, en objeto de un agudo debate nacional que se articuló en dos grandes ejes; el clasismo y el racismo, reflejados, o no, en una cinta que, a diferencia de cualquier otra, convierte la mirada subalterna en arma de memoria y vindicación.

Las trabajadoras del hogar o empleadas domésticas, son el eje narrativo de la trama cinematográfica de Alfonso Cuarón. Y es quizás por eso que todo el mundo ha tomado partido en favor o en contra de este filme.

Tal cual se tratara de un manifiesto personal, las virtudes o defectos de Roma se han extrapolado al corazón oscuro de la patria; ese ejército silencioso y silenciado de mujeres que cobran vida ante los ojos de un país que no había querido verlas. Hasta que llegó Cleo. Abordar el tema de las condiciones de empleo de las trabajadoras del hogar en México está en muy pocas agendas públicas y solo unas pocas instituciones, como el ITAM, han apoyado la labor constante y decidida de Marcelina Bautista, toda una referencia en la defensa y articulación de los derechos de este colectivo en la esfera pública.

Roma en el ITAM: un momento solidario

Casas de campaña, lonas, colchonetas, ropa de invierno (chamarras, abrigos, gorros para niños), cobijas, sacos de dormir, pañales, agua, leche en envase de Tetrapak, alimentos en lata y artículos de aseo personal (cepillos, pasta de dientes, jabón, toallitas húmedas, papel higiénico, toallas femeninas, tapones) fueron el complemento solidario a un cine fórum pensado para apoyar una película necesaria pues refuerza tanto la belleza y la calidad del cine mexicano como la profundidad y consistencia de los temas escogidos.

El Centro de Estudios Alonso Lujambio y la organización estudiantil Cine ITAM se encargaron de la proyección de Roma en el ITAM. Y no podía faltar a la cita una activista que resume y ejemplifica la silenciosa lucha de las trabajadoras del hogar. De nuevo, Marcelina Bautista, fundadora del Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar, relató su historia como trabajadora del hogar, repleta de abusos, discriminación e insultos, así como lo fácil que resulta para muchas familias mexicanas pasar por alto los estándares de trabajo establecidos para cualquier otro tipo de trabajador asalariado.

 

Esos quince minutos de YouTube valen su peso en oro. Confronta, en un condensado espacio, la cruda realidad de un proceso de explotación en condiciones, muchas veces, de semiesclavitud aplicado a muchachas de escasa recursos y limitado conocimiento del español que, por años, viven a merced de unos patrones que se encargan, por sistema, de negarles el contacto con un mundo real que les daría armas para defenderse del abuso institucionalizado.

De cómo mejorar la situación de las trabajadoras del hogar

Marta Cebollada, coordinadora académica de la Licenciatura en Ciencia Política del ITAM, explicó que en México no existe una ley que proteja los derechos de los trabajadores del hogar ya que la mayoría son empleados informales y, por lo tanto, no cuentan con derechos como seguridad social. Una de las iniciativas que propone el equipo que promueve la película es que los asistentes firmen contratos con sus trabajadoras del hogar para que el bienestar de estas no dependa únicamente de la “buena voluntad” de los patrones. De esta manera, buscan generar un cambio concreto, aunque la ley todavía no lo contemple.

Para ello, recomendamos la lectura de esta reciente entrevista de Mundo ITAM a Cebollada:

Ante este escenario, la académica propone que nuestro país ratifique el Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo. Tal decisión, nos dice Cebollada, implicaría que México reformara sus leyes para igualar los derechos de los trabajadores del hogar con el resto de los asalariados.

Este cambio supondría una sustancial mejora en las condiciones laborales de este gremio. Destaca Marta Cebollada que, de reformarse la Ley del Seguro Social, las trabajadoras del hogar podrían tener acceso a los servicios públicos de salud con todas las debidas prestaciones. De esta manera, se podrían exigir inspecciones laborales para evaluar sus condiciones de trabajo cada vez que se presentara una denuncia.

Otro documento de reveladora lectura es su informe-propuesta Hacer visible lo invisible, que ofrece pautas para la transformación del aparato legislativo en favor de las trabajadoras del hogar pues “el desarrollo de México depende de que erradiquemos ésta y otras formas de discriminación de nuestra realidad cotidiana”.

Tanto la charla como la película nos invitan a reflexionar y actuar para detener la explotación que sufren dos millones de trabajadoras domésticas mexicanas. Estas condiciones se reproducen por falta de legislaciones que mejoren las condiciones en las que laboran las trabajadoras del hogar. ¿Servirá la Roma de Cuarón para terminar con esta inercia maldita?

Fuente: Mundo ITAM