Moises MOLINA

Para los oaxaqueños, hoy no fue un día cualquiera. La visita de una figura pública nunca pasa desapercibida y hoy por hoy las principales figuras públicas del país son los precandidatos presidenciales.
Independientemente de las emociones que conciten, marcan la agenda del día… de la semana.
Cada palabra, cada guiño, cada expresión, cada gesto, cada respuesta, cada pregunta, son objeto de un acucioso análisis.
José Antonio Meade visitó Oaxaca. Hay que reconocer que el PRI le recibió como en sus mejores tiempos y dio muestra ejemplar de unidad. Quizás con otro candidato no hubiese sido posible el éxito de su visita. Meade (lo ha dicho una y otra vez) no tiene militancia partidista, es decir, en su trayectoria como servidor público solo se ha guiado con absoluto profesionalismo y lealtad a los presidentes de la república con los que le ha tocado trabajar. Con comodidad se le ha visto pasar de un sexenio a otro, tersamente. Con comodidad, pasar de una secretaría a otra; siempre en el gabinete legal. No hay que buscarle mucho ni tratar de refutar lo que es una realidad y se reflejó en su visita a Oaxaca.
EL ex secretario de hacienda, no concita odios. Hasta hoy, siempre se había notado más cómodo lejos de los reflectores. No es fortuito el video que e viralizó en redes sociales. En cuestión de horas el precandidato presidencial del PAN, Ricardo Anaya se posicionaba en la mente de los internautas deshaciéndose en halagos hacia nuestro visitante, José Antonio Meade: “Un mexicano del que nos sentimos profundamente orgullosos… el único que ha participado en dos gobiernos emanados de dos partidos políticos distintos… no nos sorprende porque es una consecuencia de su preparación, de su solidez técnica… pero sobre todo de su verticalidad y de su extraordinaria calidad humana”, palabras más, palabras menos.
La gira de hoy fue, aunque a muchos cueste reconocerlo, una nueva demostración de civilidad que permitió la convergencia de todos los actores de la mano de Alejandro Murat (el militante que ganó su elección bajo las siglas del PRI), en ejercicio de sus derechos políticos y todas las facciones del priismo oaxaqueño.
Aunque no revueltos, todos juntos (me atrevo a decir que no faltó uno solo) acudieron como si fuese su primer acto de proselitismo, a recibir a Meade; a regalarle sus oídos y sus aplausos.
Y es que algo hay en los priistas de cepa, que sin importar quien sea ni de dónde venga el candidato (Meade es un testimonio viviente) acuden como en procesión a verlo aunque a veces ni le alcancen a mirar; a oírlo aunque ni siquiera le escuchen; a sentirlo aunque solo una minoría privilegiada alcance a estrechar su mano, no se diga a tomarse una selfie con él.
Así sucedió hoy en Oaxaca, donde las protestas de la Sección 22 palidecieron ante la contundencia de un comunicado en la víspera, que condenaba a aquellos dirigentes magisteriales que estarían “vendiendo espejos al señor López Obrador”.
Aunque a muy pocos les haya interesado qué vino a decirnos, Meade vino a Oaxaca a anunciar dos cosas particularmente importantes. Dijo que de ganar la Presidencia de la República impulsará “el gran proyecto histórico que conecte las Zonas Económicas Especiales de Salina Cruz y Coatzacoalcos” y que se atenderán los “pendientes en infraestructura carretera y los desafíos en salud que han limitado el acceso pleno a ese derecho”; así como la síntesis de toda su oferta política para Oaxaca en dos palabras: diálogo y unidad.
LA que tenemos en frente es una elección histórica. Lo hemos dicho. Por lo pronto, Meade seguramente seguirá en adelante con más optimismo su precampaña. Oaxaca representaba una prueba de fuego. Hoy, podemos decir lo que mucho se dijo en 2010: Si el PRI no se divide, en Oaxaca dará buenos resultados.
Desde mi muy particular punto de vista. Lo que más le conviene a México y a Oaxaca es la continuidad de las reformas de gran calado que hizo posibles el PACTO POR MÉXICO; reformas que no fueron diseñadas con las prisas del cortoplacismo, sino pensando en nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos.
@MoisesMolina