QUE DIOS NOS AGARRE CONFESADOS. LA X EN LA FRENTE.
Moisés MOLINA
A la memoria de Roberto Molina.
En Oaxaca seguimos sin entender.
O simplemente nos hemos vuelto insensibles ante la muerte.
¿Qué más hace falta para actuar responsablemente cuidando la propia vida y de paso la de los demás?
No usar cubrebocas ha dejado de ser una omisión y ha cobrado visos de una acción premeditada.
Bien podría ser uno de esos delitos que se actualizan por omisión.
Ya pasó el momento en que contábamos las muertes por miles. Las cifras agregadas ya no dimensionan nada.
A fuerza de informarlas a diario han perdido significación.
Hemos llegado al punto en que la muerte es normal mientras no sea la propia o la de un ser muy querido.
Hemos llegado al punto en que pasada la pandemia olvidaremos quiénes de nuestros amigos y conocidos murieron.
Parece que nos hemos estacionado en una suerte de resignación.
Nos hemos resignado a que todos nos vamos a contagiar, pero no todos vamos a morir.
¿Quién vive y quien muere? Es mejor no preguntar ni preguntarse.
Nos hemos embriagado de confianza y confiamos en que no nos vamos a morir.
Creo que la mente ha vencido sobre el cuerpo.
La salud mental, nuestra cordura, se ha abierto paso dejando atrás al cuerpo y a la salud física.
Pareciera que decidimos arriesgarnos a morir antes que arriesgarnos a enloquecer. Como si alguien enloqueciera de encierro.
Preferimos arriesgarnos a morir antes que vivir esclavos del cubrebocas, como si alguien se hubiera muerto sofocado por usarlo.
Esta será recordada como una de esas épocas donde la sinrazón se entroniza y los filósofos no se dará abasto.
Nos hemos convertido en sobrevivientes que suplican, que mendigan vida.
Nos recordaremos a nosotros mismos como los sobrevivientes que no peleamos por nuestra propia vida, que no la defendimos.
Esperamos que Dios nos salve y la vacuna se ha convertido en nuestro Dios temporal.
Y nos es que hiciera falta un encierro masivo, que todos se quedaran en sus casas y que la economía se paralizara por completo.
Se trataba de ser responsables, de tener criterio, de quedarse en casa en la medida de lo posible, de usar permanentemente el cubrebocas, de evitar la fiestas, de confinarse si uno se sabía enfermo, de no tomar la obligada licencia laboral como vacaciones y de muchas otras pequeñas y sencillas cosas que hubieran podido marcar la diferencia.
Tal vez debíamos regresar al tiempo donde nosotros mismos resolvíamos nuestra vida.
En un presente donde se supone que la información es abundante y las fuentes prolijas, no debía haber pretexto.
Hoy la información no es poder. Lo de hoy es la infodemia, esa otra pandemia de la que casi no se habla y que también ha costado vidas.
Pasaron las fiestas de muertos y serán recordadas, más que en cualquier otro tiempo, por ser de muertos.
En una semana estaremos viendo las consecuencias de nuestra irresponsabilidad y de nuestro libertinaje.
Y vienen las fiestas navideñas.
Que Dios nos agarre confesados.
@MoisesMolinar