Moisés MOLINA

¿Cómo gobiernas un estado con 570 municipios, para 418 de los cuales la única ley es la costumbre?

¿Cómo gobiernas un estado con más de 10 mil comunidades, 18 pueblos indígenas y 409 organizaciones sociales registradas y reconocidas por los gobiernos al corte de 2019?

Oaxaca es un caso aparte en México. 

Somos la expresión más heterogénea y diversa del fenómeno político en México y una de las más complejas en el mundo, sin duda.

Aquí, como se demostró en 2006, gobernar a impulsos de una voluntad caprichosa no solo no se aconseja, sino es inaceptable.

En Oaxaca más que en cualquier otra parte de México, la política y el gobierno son un arte que deben ejercerse con precisión de cirujano y que no dan lugar a equivocaciones.

En términos generales, cuando te dedicas a hacer política y gobierno, la historia te juzga.

Pero la historia te juzga con más escrúpulo en Oaxaca.

Históricamente tenemos la vara muy alta. Aquí nació y gobernó Benito Juárez.

En Oaxaca, el gobierno como actividad se nota solo cuando se hace mal. 

No estamos acostumbrados ni obligados a reconocer los aciertos del gobernante.

Por un extendido fenómeno que se arraiga en nuestra cultura política preferimos conversar en público y en privado sobre lo que se hace mal o lo que no se hace.

El éxito de nuestros gobiernos no se mide por la suma de sus logros, sino por la de sus yerros u omisiones.

Hoy Oaxaca está en paz. La gente va y viene, aún con pandemia. Hace apenas 14 años los capitalinos no podíamos salir ni a la esquina. Vivimos un estado de sitio. Meses se nos fueron en un toque de queda permanente.

¿Qué o quién lo causó? Se seguirá discutiendo por mucho tiempo. El hecho incontrovertible es que estuvimos presos en nuestra propia ciudad.

El origen de todo aquello fue la cerrazón, la intransigencia, la soberbia, la perversidad y a poca inteligencia. De uno y otro lado. Fue la final de un torneo de vencidas donde no ganó nadie y perdimos todos.

Ejercer el gobierno en Oaxaca requiere sabiduría, inteligencia, temple y prudencia. 

Y Alejandro Murat sabia y prudentemente, aún cuando algunos le piden lo contrario, elige siempre el diálogo.

Hoy en Oaxaca se respira otro clima porque se acabó el tiempo de los gobernadores ausentes. 

Alejandro Murat está aquí en mente, cuerpo y alma. Dedicado 24/7 al gobierno y a la administración. Y no tiene filias ni fobias.

Siempre atento, siempre pendiente, siempre dispuesto, siempre solícito. Escucha más de lo que habla. Pero decide y actúa en consecuencia.

Delega para que cada quien haga lo que le toca, pero llegado el momento toma los asuntos en sus manos. 

Sabe bien donde está parado.

En Oaxaca hay gobierno y hay gobernabilidad porque hay gobernanza que no es otra cosa que gobernar tomando en cuenta a los demás. 

Ahí está Paco Piza multiplicándose para atender a todas y a todos.

Se dice fácil, pero hay que pensar que es una virtud hacer parecer fácil lo difícil.

Oaxaca es tierra de artistas. 

Y los que hacen buen gobierno también son artistas, los orfebres de las decisiones.