Por: Efraín Solano Alinarez.

En el 2014 el periodista Claudio Sánchez Islas escribió: “Me temo que la identidad cultural entre el oaxaqueño y los “Lunes del Cerro” sufren un divorcio cada vez más frío. Pasó de ser una fiesta de los oaxaqueños a ser un espectáculo que sucede en Oaxaca…..aquellos elementos del oaxaqueñismo que le aportaron su energía inventándola, cada día se desvanecen más”. 

Y es que este año que Oaxaca conmemora los 100 años de la promulgación de su Constitución Política y celebra el aniversario 90 de las fiestas de los “Lunes del Cerro”.

Es condenable que tanto la Seculta del gobierno del estado como el mal llamado Comité de Autenticidad piensen igual que como pensaban los españoles que llegaron al continente hace 530 años. 
Lamentable papel de esta élite en el ocaso, que desconocen los mitos que nos han dado identidad y la historia que nos ha dado unidad y ha preservado nuestra cultura. Sus conceptos de quiénes y qué somos los Pueblos Indígenas son muy estrechos, pues en sus discriminatorios criterios sobresale la petición de la credencial del INE con domicilio en el municipio de que se trate a quienes deseen participar en la fiesta de la Guelaguetza. Desconocen que hay comunidades que no se encuentran asentadas en un solo territorio pero que sí forman una unidad social como las de los migrantes establecidos en la ciudad de Oaxaca, en la CDMX, o en Estados Unidos, y que, así como regresan a ser mayordomos, regresan también a dar sus tequios, servicios y sus cooperaciones. O simplemente regresan a bailar. 

Los organizadores olvidan hasta su propia historia pues, como lo escribe nuevamente Claudio Sánchez Islas, nuestra paisana de Yalalag, la Diosa Centéotl 2005, Ana Deisy Alonso Ortiz, tuvo “que abandonar California, a donde se fue como migrante –quizás ilegal– para venir solamente buscando el honor de llegar a ser Diosa Centéotl” .

Es difícil que el Comité de Autenticidad entienda que no solo es nuestra conciencia de pertenencia a una comunidad indígena lo que nos da identidad, sino también lo lingüístico, la sangre, el traje, la gastronomía y que nos asumimos como indígenas porque actuamos y existimos dentro de una comunidad indígena que nos reconoce como tal, con nuestros derechos y obligaciones, que es ésta colectividad que nos da rostro y nombre y que nosotros somos quienes decidimos dónde dirigir nuestros pasos, camino y oído, estemos o no viviendo en la tierra que nos vio nacer; la lógica de estos censuradores es que si nos vamos a la CDMX nos volvemos chilangos o si ellos se van a Nueva York se vuelven güeros. 

Dentro de los absurdos, los eternos miembros del mal llamado Comité de Autenticidad se auto facultaron para establecer un máximo y un mínimo de edad para bailar. Ignoran que la música y la danza es algo con el que se nace, que apenas se empieza a caminar se aprende también a bailar, o como en el caso de la música, hay quienes a la vez que aprenden a leer y a escribir, aprenden a solfear. 

Es terrible su desconocimiento de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que, aún con leyes restringidas, protege nuestra integridad como Pueblos Indígenas, pues reconoce nuestro derecho a decidir libremente nuestra condición cultural y social, 
Así pues, una Asociación Civil mestiza autodenominada “Comité de Autenticidad”, con la complicidad y complacencia de la Secretaría de Cultura del gobierno del estado, cual Santa Inquisición Cultural, se abroga el derecho de decidir sobre los milenarios pueblos para indicarles cómo pensar, como caminar, a qué edad bailar y si son o no indígenas. 

Es el florecimiento del obscurantismo en el ocaso de un gobierno simulador y racista que sin más excluye con desdén a toda la región de la Sierra Norte y al mítico Pueblo Mixe de las fiestas de los Lunes del Cerro.

Asumido ya como patrimonio gubernamental la Guelaguetza es evidente que ya no nos representa a los pueblos indígenas. Es un mero espectáculo folklorizante que, por cierto, en este año se convertirá en escenario para hacer politiquería.