Más llamadas, menos whatsapp
Por: Vicente L. Avendaño Fernández
La aplicación de mensajería del logo verde es sumamente práctica, el intercambio de textos, imágenes, videos, audios y documentos han facilitado mucho el trabajo y la vida, pero también han desvirtuado la comunicación y las emociones.
Estadísticamente se utiliza más el llamado whats respecto a las conversaciones vía voz, especialmente en la población más joven, quien mayormente se expresa con textos y emoticones.
Es muy notable la practicidad y discreción de un mensaje, con lo cual una persona no se distrae o puede prestar atención si está realizando una actividad. Recordemos esas famosas tarjetas que le eran pasadas a algún político o alto ejecutivo empresarial, durante el transcurso de una reunión, con lo cual se podía dar una respuesta concisa sin salirse de la junta. Igualmente recordamos los mensajes de lo que fue el mesáfono, mejor conocido como bíper, dispositivo que enviaba textos en una pantalla monocromática y que utilizaban médicos, abogados o personas que debían atender alguna emergencia.
Ahora esta tecnología la tiene prácticamente toda la población, por lo que su uso se ha masificado y hasta banalizado. Parece que mandar una línea acompañada de una carita feliz puede ser algo simpático, sin embargo, no puede compararse con una charla como tal, por las siguientes razones.
Desde hace muchas décadas, las funciones lingüísticas han sido señaladas y estudiadas, las dos principales son la referencial y la emotiva, la primera se refiera al objeto de lo que se habla, porque evidentemente toda conversación se remite a algo; la segunda indica el modo en cómo se expresa ese algo, situación que es más notable cuando alguien se expresa de manera oral, ya que el tono de la voz denota mucho, más todavía cuando se pueden ver las expresiones faciales.
En ese sentido, la forma escrita limita la posibilidad de poder expresar emociones, más todavía cuando la mayoría de los mensajes carecen de ortografía y redacción. Parece que vamos atrás en temas educativos y regresamos a los tiempos donde leer y escribir era privilegio de muy pocos, no porque carezcan de un proceso de alfabetización, sino porque ahora vivimos en el fenómeno del analfabetismo funcional, consistente en que las personas sí fueron a la escuela, pero no comprenden lo que leen y son incapaces de expresarse con ortodoxia en la escritura.
El hablar vía oral es también un ejercicio de desahogo emocional, lo cual es sumamente importante cuando se trata de mensajes referentes a cuestiones personales; igualmente el oír nos da la oportunidad de apreciar ciertas emociones de quien emite el mensaje. Muchas veces un problema psicológico se disipa en buena medida con el solo hecho de que alguien sea escuchado.
Recordemos que el tono de voz resulta sumamente atractivo, especialmente cuando se trata de la voz grave de un varón, elemento que es muy apreciado, es más, muchas veces se crea una admiración para un locutor, quien nunca ha sido visto, pero llega a acelerar el corazón de algunas de las radioescuchas.
Retomando la crítica respecto a las limitaciones lingüísticas de la mensajería instantánea, analicemos la imprecisión de los emoticons, figuras fijas o animadas que emulan algún tipo de emoción, pero que no son palabras como tal, por lo que su interpretación es muy variable, por ejemplo, una cara feliz puede significar muchas cosas, qué decir de esa figura amarilla mandando un beso en forma de corazón, la cual puede ser un indicativo de amor, coqueteo o muchas cosas. Recordemos que la pobreza de un lenguaje radica en la existencia de un alfabeto, ya que hay todo un proceso de codificación y decodificación que hace posible la existencia de ideas, juicios y raciocinios. Verdaderamente creo que conversar nos hace más inteligentes y textear nos limita el entendimiento. Hasta la próxima.
@vicente_aven.