En la tarde del viernes 18 de abril, unos 20.000 fieles vivieron este momento intenso y espiritual de conmemoración de la Pasión de Cristo, meditando sobre las principales etapas del sufrimiento del Señor que condujeron a su crucifixión. La oración fue guiada por el Cardenal Baldassare Reina, Vicario General de Su Santidad para la Diócesis de Roma.

Sebastián Sansón Ferrari – Ciudad del Vaticano

«La vía del Calvario pasa por nuestras calles de todos los días. Nosotros, Señor, por lo general vamos en dirección opuesta a la tuya». Así comenzaba la reflexión que abrió el Vía Crucis celebrado la noche del Viernes Santo en el Coliseo de Roma, recordándonos la necesidad de «emprender el camino de Jesús», que conoce nuestros corazones y nos invita a cambiar de rumbo.

Un mensaje directo y conmovedor, dirigido a los miles de fieles que, año tras año, acuden a este acto litúrgico cargado de historia y simbolismo, en uno de los escenarios más icónicos del cristianismo primitivo. Aunque el Papa Francisco no pudo asistir en persona debido a su recuperación, fue él quien preparó las meditaciones que guiaron esta ceremonia, presidida por el Cardenal Baldassare Reina, Vicario General para la Diócesis de Roma.

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Una oración que mueve el corazón

“El Vía Crucis es la oración del que se pone en marcha”, se escuchó en una de las meditaciones. “Interrumpe nuestros recorridos habituales para llevarnos del cansancio a la alegría”. Bajo la luz cálida de miles de velas, unas 20.000 personas se congregaron en el Coliseo para meditar y rezar las catorce estaciones que recorren la Pasión de Cristo, una historia de amor profundo por la humanidad. Acompañaban a los fieles cardenales, obispos, sacerdotes y religiosos.

La cruz fue llevada por turnos por diferentes grupos que representan los rostros del mundo actual: jóvenes, migrantes, trabajadores sanitarios, voluntarios, educadores, personas con discapacidad, y miembros de Cáritas, entre otros. Cada uno de ellos ofrecía su caminar por las intenciones que más duelen y conmueven al corazón humano: los enfermos, los pobres, los presos, los que sufren hambre, los que dudan, los que no creen.

Vía Crucis en el Coliseo, Viernes Santo, 18 de abril de 2025.

Vía Crucis en el Coliseo, Viernes Santo, 18 de abril de 2025.   (VATICAN MEDIA Divisione Foto)

Un camino compartido

En la segunda estación, el Papa subrayaba que el camino de la cruz no es solo una subida difícil, sino también una bajada: el abajamiento de Jesús hacia los que ama, hacia un mundo amado por Dios. «También los jóvenes se fatigan y los adultos tropiezan», decía la meditación, «pero los que esperan en ti renuevan sus fuerzas; alzan el vuelo como las águilas».

En la cuarta estación, el encuentro entre Jesús y su Madre nos recuerda la ternura del amor que no abandona: “Oh Madre, eres de las pocas que se acuerdan. Ahora es el Hijo quien te necesita. Él siente que no desesperas”. Los fieles pidieron su intercesión, su consuelo, su compañía.

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Silencio, oración y unidad

Con la mirada fija en la cruz, símbolo de amor y entrega, los asistentes rezaron por la paz y la unidad de la Iglesia. En un momento de silencio colectivo, se pidió aprender a recomponer los lazos rotos de la fraternidad. “Si hoy la Iglesia parece una túnica desgarrada, enséñanos a tejerla de nuevo con tu amor”.

En la undécima estación, las meditaciones resaltaron el poder reconciliador de la cruz: “Tú eres el verdadero Jubileo. Convirtámonos a ti, Jesús, que clavado, todo lo puedes”. Los fieles elevaron entonces una súplica: “Enséñanos a amar”, conscientes de que solo la luz del amor puede disipar las tinieblas.

La hora de la Cruz

En la duodécima estación, se revivió el momento de la muerte de Jesús en la cruz, con las palabras del Evangelio de Lucas: “El sol se eclipsó… El velo del Templo se rasgó… Jesús exclamó: ‘Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu’”. La oración fue por todos los que miran a Jesús desde lejos, para que su recuerdo transforme nuestras vidas y nos prepare para el encuentro definitivo con Él.

Vía Crucis en el Coliseo, Viernes Santo, 18 de abril de 2025.

Vía Crucis en el Coliseo, Viernes Santo, 18 de abril de 2025.   (VATICAN MEDIA Divisione Foto)

Al concluir las catorce estaciones, los presentes elevaron una invocación, implorando el don de la conversión del corazón:

“¡Oh alto y glorioso Dios!
Ilumina las tinieblas de mi corazón.
Concédeme fe recta,
esperanza cierta,
caridad perfecta
y humildad profunda.
Concédeme, Señor, sabiduría y discernimiento
para cumplir tu santa voluntad. Amén”.

La ceremonia terminó con la bendición impartida por el Cardenal Reina, cerrando así un Vía Crucis lleno de fe, esperanza y deseo de renovación interior.

Vía Crucis en el Coliseo, Viernes Santo, 18 de abril de 2025.

Vía Crucis en el Coliseo, Viernes Santo, 18 de abril de 2025.   (Vatican Media)

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