0A1BD440-3076-4CCE-8C15-D993DD610516

José Elías Sahab Jaik
De todo y de nada

Jueves 21 de Septiembre de 2017

#To2Conecta2

Hoy debería de entregar mi última parte de la narrativa sobre el inicio de la Independencia, pero mi corazón, mi emoción y mi pensamiento están volcados en el terremoto sucedido el 19 de septiembre de 2017. Prometo entregar la tercera y última parte de “Añoranza del ayer” en mi próximo artículo.
Hoy sólo puedo pensar en los millones de corazones que fueron estremecidos a las 13:14 horas en la Ciudad de México, el Estado de Morelos y el Estado de Puebla.
Hoy sólo puedo sentir tristeza ante las muertes que ha dejado el terremoto y ante la desesperación del que, probablemente, es el único desastre natural que no se puede predecir, que nos toma por sorpresa y que nos puede arrebatar vidas, casas y trabajos, en tan sólo unos segundos.
Hoy puedo ser testigo de la grandeza del mexicano que, solidario, se ha volcado a las calles para ayudar de una u otra manera a aquellos que han sido afectados por el terremoto. Miles de ciudadanos han corrido literalmente de una calle a otra buscando sacar al mayor número de personas atrapadas. Con una fuerza interior colectiva, mis paisanos han estado todo el día y toda la noche buscando sobrevivientes de tan lamentable acontecimiento.
Hoy miro a la sociedad unida, organizando centros de acopio, albergues y cuadrillas, celebro a los voluntarios y rescatistas “espontáneos” con la única intención de disminuir el daño sufrido en el menor tiempo posible. Cada minuto cuenta y, por lo mismo, unidos somos más fuertes, llegamos a más lugares y resolvemos más cosas.
Hoy crece México ante la adversidad. Nos unimos sin distingo de ideologías, ingresos o edades. Lo mismo se ve a niños en la fila de un centro de acopio en el Estadio Olímpico Universitario de la UNAM, apoyando en la cadena para juntar víveres que serán llevados a los sitios que los necesitan, que a un joven voluntario que, sacando escombro, ha ayudado a rescatar a una persona con vida en un edificio en la Colonia Condesa; así como a un grupo de vecinos de la tercera edad quienes, solidarios, preparan alimentos en los albergues de las delegaciones para los damnificados.
Hoy he llorado la pérdida de vidas que han afectado a queridos amigos míos, así como la pérdida de un recinto que me dio mucho estos últimos meses en Álvaro Obregón 286. Esas pérdidas son cercanas y dolorosas, pero sin duda, nada comparable a los que directamente han perdido a un ser querido, o sus casas, o siguen en la angustia de no encontrar a alguien.
Hoy agradezco el milagro que me dio Dios de que todos en mi familia estén sanos y salvos. Milagro sin duda, como la vida misma, a la que muchas veces ni apreciamos porque la damos por hecho y que son precisamente estas sacudidas las que nos obligan a hacer un alto en el camino, y nos damos cuenta de nuestra fragilidad y de lo valiosa que es nuestra vida. Si no lo entendemos con golpes como éste, ¿entonces cuándo?
Hoy estoy claro que soy de los afortunados sobrevivientes y que por eso estoy obligado a ser una mejor persona, a buscar ser mi mejor versión, a ser solidario y a dar amor a raudales. Seguir el ejemplo de tanto y tanto mexicano que, mientras que yo estoy escribiendo este artículo, se la están rifando en alguna de las zonas de desastre para ver si pueden salvar a alguien más, muchas veces hasta poniéndose en peligro ellos mismos. ¿Qué mayor acto de amor que ese?
Hoy, con felicidad, puedo decir que nada me hace sentir más orgulloso que saberme mexicano, que una vez más está sacando la grandeza de su espíritu y la nobleza de su estirpe. Nada mejor que ser de aquí, de este país que hoy sufre y se une, porque sabe amar al de al lado, sin indiferencia ni condiciones. Que este terremoto nos recuerde que el mexicano es mucho más grande que cualquier desastre natural y que nos levantaremos de cualquier tragedia una y otra vez.
Hoy amo a México más que nunca.

Fuente: elsemanario.com