Si no modifican su alimentación y estilo de vida, podrían ser además pacientes diabéticos y obesos, alertó Mario Enrique Tapia, académico de la FES Zaragoza

En esta etapa de crecimiento es mayor el riesgo a desarrollar obesidad y diabetes.

Cada vez es más frecuente encontrar pacientes pediátricos y adolescentes con inflamación de hígado, vesícula o cálculos biliares, resultado del consumo de alimentos procesados, con alto contenido de carbohidratos, grasas, sales e irritantes, advirtió Mario Enrique Tapia, académico de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Zaragoza.

Estos casos, así como el de adolescentes a los que se les extrae la vesícula, son un foco rojo para los padres, médicos y sociedad en general, pues de no cambiar su estilo de vida podrían ser pacientes obesos y diabéticos desde temprana edad, agregó.

“Chicos con una cirugía de esta naturaleza son una alerta, pues nos indican que empiezan a tener trastornos en el metabolismo de grasas, y si no modifican su alimentación, reducirán sus años de vida saludable”, remarcó el especialista en el estudio médico integral de la familia.

Con él coincidió Elvira Sandoval, docente del Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina, quien expuso que entre 10 y 30 por ciento de la población mundial desarrolla litiasis vesicular o piedras en la vesícula. En América Latina la prevalencia es de entre cinco y 15 por ciento. Además, es más frecuente en mujeres (con 20 por ciento de posibilidad de desarrollarla) que en hombres (con 10 por ciento).

El consumo de alimentos altos en grasas y azúcares no sólo afecta al aparato digestivo, sino también a los demás sistemas del cuerpo humano. “Lo alarmante de estos padecimientos en niños y adolescentes es porque apenas están en etapa de crecimiento y es mayor su riesgo a desarrollar obesidad y diabetes”, subrayó.

Al respecto, Mario Enrique Tapia explicó que al consumir alimentos con alto contenido de carbohidratos y grasas se genera un estrés importante en la función del hígado. La vesícula, prosiguió, se encarga de secretar bilis, un producto que metaboliza el hígado y cuya tarea es disolver las grasas para que sean digeridas más fácilmente por el tubo digestivo.

“Si un infante consume muchas grasas o carbohidratos ejerce mayor estrés para producir más bilis y digerirlas, lo que ocasiona problemas relacionados con la inflamación del hígado o hígado graso, hiperproducción de bilis, inflamación de la vesícula y formación de cálculos biliares; muchos de ellos tienen una estructura química a base de colesterol”, detalló.

Agregó que hay un subregistro de estos padecimientos en niños y adolescentes, pero es más común de lo que se cree porque las familias mexicanas han modificado de manera sustancial sus hábitos y hay un fácil acceso a los alimentos procesados.

Aunado a ello, cada vez se realiza menos actividad física y hay una menor posibilidad de metabolizar de manera correcta los nutrimentos. “Esto convierte a los pequeños en sujetos sedentarios y con mayor posibilidad de ser diabéticos e hipertensos”.

Estilo de vida, detonante

Elvira Sandoval, quien trabaja en líneas de investigación relacionadas con la alimentación y las enfermedades crónicas, enfatizó que el estilo de vida inadecuado es detonante de esos males. “No es un problema generado sólo por lo que comemos, sino también porque no nos movemos. Si no tenemos una actividad física diaria, o al menos tres veces por semana, nuestros aparatos no funcionarán como deben”.

Se requiere, además, tener tiempo para el esparcimiento, comer en horarios establecidos y la disponibilidad de alimentos económicos y nutritivos.

Los universitarios coincidieron en que la litiasis o las piedras en la vesícula se generan por procesos crónicos, es decir, de años. Los síntomas empiezan por ser inespecíficos, caracterizados por dolor abdominal, un poco de distención, la intolerancia a algunos alimentos grasos, y se asocian con gastritis o colitis.

Tapia añadió que hay otras causas de litiasis vesicular en niños y adolescentes, como las enfermedades congénitas de la vía biliar, trastornos hemolíticos, alimentación parenteral y uso de diuréticos, pero son muy raros.

“La piedra angular en cualquier padecimiento es la prevención, antes de que el daño suceda; que desde las escuelas y la casa se involucren en el cuidado de la salud de los niños, haciendo énfasis en la alimentación y actividad física”, insistió.

Actualmente, concluyó, México ocupa el primer lugar mundial de niños obesos, por lo que se requiere más investigación en el área para proponer nuevos esquemas y modelos de atención para prevenir la obesidad y sus complicaciones.