Por: Gianco Abundiz

Corría el año de 2008 y fui invitado a impartir una conferencia en la hermosa ciudad de León, Guanajuato. Salí del hotel para dirigirme al recinto donde tendría lugar el evento y abordé un taxi. En la siguiente esquina había un voceador blandiendo con gran ímpetu su manojo de diarios. La nota a ocho columnas decía algo así: “Los mató y se pegó un tiro”. Más que estremecedor.

Nunca he sido morboso y por supuesto que no compré el periódico. Seguimos el camino, llegamos, pagué al chofer y entré al edificio correspondiente. Me recibieron los organizadores y me condujeron a una sala de espera en lo que me tocaba turno para cumplir con mi trabajo. Junto a mí, la conversación giraba en torno al encabezado que cité.

En resumen, el señor equis es despedido sin liquidación y, como una inmensa mayoría de personas, con una reserva económica igual a cero. Busca trabajo con denuedo y nada. La situación era complicada porque acababa de reventar la crisis inmobiliaria en Estados Unidos y Europa que repercutió en todo el planeta.

¿Qué le quedaba? Tarjetazo por aquí, tarjetazo por allá, y deuda con la familia, los amigos y el tendero de la esquina. Una situación desesperante y caótica, sin duda.

Llegó el momento en que la crisis financiera se convirtió en una emocional y el señor equis escribe una carta en donde explica que no iba a pasar la vergüenza de que su familia lo viera en la cárcel… prefería verlos muertos.

Escribiendo estas líneas, aunque han pasado muchos años, sigo sintiendo escalofríos. En 2015, en la Ciudad de México ocurrió algo similar.

Sin duda el problema no era simplemente económico. Seguro tenían algún tipo de trastorno que no me toca a mí analizar. Lo que sí me compete es abordar el tema de las deudas perniciosas.

Los casos de este artículo son extremos, pero déjenme contarles que, en mi andar de muchos años en el tema de educación financiera, he sabido de gente que se infarta, que tiene gastritis aguda, úlceras de todo tipo, ataques de ansiedad, depresión, etcétera, etcétera, etcétera. Sin dudarlo: el mal endeudamiento te lleva a perder no nada más la salud financiera, sino la física y la mental.

Termino con dos puntos: 

1. Las deudas de carácter mercantil no son sujetas de cárcel. ¿Te pueden embargar? Sí, pero no es ni tan sencillo ni tan rápido (ya escribiré sobre este particular más adelante). 

2. El 95 por ciento de la gente que debe hasta la sonrisa llega a deber tanto por darle gusto al cuerpo todo el día y todos los días. Por favor, mide tus deudas para que no pierdas la salud… en todos los sentidos.

Recuerda que: “No es más rico el que gana más, sino el que sabe gastar”.