¿Cómo pensamos en la Era Digital?
Por: Sebastián Moglia
La memoria infinita.
En su fantástico cuento Funes el memorioso, el gran escritor Jorge Luis Borgesrelata la historia de Ireneo Funes, un hombre que, luego de un fuerte golpe en la cabeza, queda condenado a tener una memoria infinita.
Describiendo la inconmensurable memoria del personaje, Borges escribe en su cuento: “Nosotros, de un vistazo, percibimos tres copas en una mesa; Funes, todos los vástagos y racimos y frutos que comprende una parra. Sabía las formas de las nubes australes del amanecer del 30 de abril de 1882 y podía compararlas en el recuerdo con las vetas de un libro en pasta española que sólo había mirado una vez y con las líneas de la espuma que un remo levantó en el Río Negro la víspera de la acción del Quebracho… Dos o tres veces había reconstruido un día entero; no había dudado nunca, pero cada reconstrucción había requerido un día entero. Me dijo: “Más recuerdos tengo yo solo que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo”.
Ya al final del cuento, y refiriéndose a Funes, el relator dice: “Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar las diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos”.
…pensar es olvidar las diferencias, es generalizar, abstraer…
Hace no mucho releí este maravilloso cuento y no pude evitar hacer una analogía con lo que hoy nos sucede con Internet, nuestra gran y abismal fuente de información para nuestra vida y profesión diarias.
Quizá la analogía entre la memoria infinita de Ireneo Funes y la casi infinita información que Internet pone a nuestra disposición no sea del todo exacta pero, de todas maneras, tampoco creo que sea del todo inexacta (“pensar es olvidar las diferencias, es generalizar, abstraer”) .
En el cuento de Borges, la infinita memoria de Funes no está planteada como un don o una virtud, si no como una maldición, una condena (Borges sufría de insomnio, quizás su cuento sea una metáfora de ello); Funes se veía abrumado, superado por su memoria, no podía pensar, no podía abstraer, no podía generalizar, estaba condenado a ahogarse en un mar de recuerdos y datos que jamás, ni aún durante el sueño, dejaban que su mente tuviera espacio para pensar y reflexionar, para descansar.
La información infinita
Hoy día creo nos pasa algo similar: tenemos tanta información a nuestra disposición que muchas veces nos paralizamos, nos ahogamos en ese océano de datos e información que tenemos a un click de distancia y no nos damos tiempo para pensar, para analizar, para abstraer, para suspender las miles, millones de diferencias que hay entre las cosas y poder generalizar, sacar conclusiones y tomar decisiones. En esta gran metáfora, Internet es el monstruo borgeano de la memoria infinita y nosotros, los Ireneo Funes.
La buena noticia es que (al menos por ahora) Internet está separado de nuestro cerebro, ambos son independientes y, aunque a veces cueste horrores desconectarse, con un poco (o mucho) esfuerzo, lo podemos lograr.
Internet es una herramienta tecnológica poderosísima que hay que saber utilizar y como toda herramienta, por sí misma no es ni buena ni mala, depende del uso que le demos; es un medio, no un fin, un medio, entre otras muchas cosas, que nos permite acceder a una cantidad de información y recursos que ninguno de nuestros antepasados en la historia de la Humanidad soñó tener jamás.
Pero, ¿qué hacemos con toda esa información?, ¿cómo le sacamos el mejor provecho?, ¿cómo convertimos toda esa información en conocimiento, en ideas y conclusiones que nos permitan tomar decisiones? Creo que esa ya es nuestra responsabilidad y para eso Dios nos dio la cabeza, aunque en algunos casos quede la duda si fue para pensar o para llevar un buen peinado o una gorra.
Muchas preguntas
Esto abre también otras preguntas muy interesantes que exceden el alcance de este artículo y que podrían ser tema de uno o varios libros, como por ejemplo: ¿qué tanto esta cultura de la información casi infinita y al instante está afectando nuestra capacidad de análisis y razonamiento?, ¿por qué nos resulta cada vez más difícil concentrarnos totalmente en algo por cierto período de tiempo sin distraernos con el mensaje de Whatsapp del grupo de Fútbol de los sábados o con un mail que puede esperar?, ¿estamos entrando en una era donde el “snack” de la información rápida le está ganando la carrera a la “comida completa” del conocimiento y la reflexión?, ¿estamos asistiendo a la paradoja planteada en su momento por el filósofo francés Gilles Lipovetsky de que el exceso de información en lugar de iluminarnos y esclarecernos, nos confunde y nos atonta?, ¿cómo nos afectará a futuro el avance de la Inteligencia Artificial y los asistentes virtuales como Siri, Google Now, Alexa, Facebook M y otros que ya pueden anticiparse a las cosas que queremos y deseamos y que cada vez lo harán mejor?
Hoy las máquinas ya imitan la forma en la que nuestras neuronas se conectan y aprenden solas a velocidades jamás imaginadas, muy superiores a las de cualquier humano y cada vez lo harán más rápido. ¿Corremos el riesgo de que, en algún momento, las máquinas tomen el control y se rebelen contra nosotros como en la pesadilla de la película Terminator?, ¿cuál es el límite?, ¿hay un límite?, ¿quién lo pone? ¿Pueden las máquinas, algún día, tener también emociones?, ¿será posible el amor entre un humano y un robot? ¿Llegaremos algún día a poder elegir entre una “realidad virtual” placentera y hecha a nuestro gusto versus la verdadera realidad, cruda y sin filtros, como cuando Neo. el personaje de la película Matrix tuvo que elegir entre la píldora azul o la roja?.
Todas estas cosas hoy pueden parecer grandes disparates, pero hace no mucho tiempo, Internet también parecía un disparate, algo de ciencia ficción que sólo podríamos ver en las películas o leer en una novela de Isaac Asimov y hoy, para muchos de nosotros, es casi tan común como el aire o el agua.
Creo que si no nos empezamos a hacer estas preguntas ahora y no empezamos a intentar responderlas, es más probable que choquemos contra el futuro a que lo podamos (en la medida de lo posible) construir para bien nuestro.
Para todo ello, deberemos pensar, pensar…un verbo que espero nunca entre en desuso y que espero siga siendo propio de la raza humana. Creo en el ser humano, tengo fe en que lo sabremos conservar y que seguiremos siendo dueños de nuestro presente y de nuestro futuro.
@Sebastianmoglia