Por: Gustavo de Hoyos Walther

El federalismo se funda en la idea de que la toma de decisiones, más eficiente, no ocurre de manera centralizada, sino de forma desconcentrada. Esta verdad la respalda la realidad. Estados Unidos de América ha sido la nación más poderosa y próspera del planeta, en parte, por su régimen federalista.

Es muy posible que las nuevas tecnologías de la cuarta revolución industrial no puedan desplegarse, más que a través de redes descentralizadas y no desde un poder concentrador. El futuro, por consecuencia, será de las naciones que pongan en práctica la teoría y la práctica del federalismo.

En México vivimos por muchas décadas un federalismo simulado que sólo estaba inscrito en nuestra Constitución, pero que en la práctica era letra muerta. Los gobiernos de los Estados y municipios obedecían, en los hechos, las decisiones presidenciales y los recursos provenían del centro.

Desde que se celebraron, hace ya varias décadas, los acuerdos de coordinación fiscal, las propias entidades federativas renunciaron a sus facultades tributarias y, así, a su autonomía para financiarse en su mayor parte con recursos propios. Se trató, sin duda, de un gran retroceso político del país que aún hoy seguimos pagando.

Tratando de revertir el modelo centralista, durante los gobiernos panistas hubo un intento, más bien modesto, al interior de la Conferencia Nacional de Gobernadores, de canalizar recursos del centro a los Estados y a los municipios. Aún así no se tocó, con la seriedad debida, el tema central de la autonomía fiscal y financiera de las entidades federativas.

Más recientemente, en un esfuerzo más serio, el gobernador de Jalisco, junto con un grupo más amplio de gobernadores, pusieron en la agenda el replanteamiento del pacto federal, en el sentido de otorgarle mayor autonomía financiera a Estados y municipios. Sin embargo, la tendencia hacia el centralismo no ha mermado sino que ha aumentado con el arribo del obradorismo al poder. 

Existe un intento muy claro, por parte del Presidente de la República, de tomar decisiones de manera centralista. Los gobernadores de su coalición ya ni siquiera hacen el intento de aparentar autonomía. Siempre es la hora que dice el señor Presidente. Hemos pasado del federalismo simulado al centralismo abierto. Es claro que el paradigma del obradorismo no son los paladines del federalismo sino los del centralismo: Iturbide, Santa Anna o Porfirio Díaz.

Pero el país no tiene futuro siendo gobernado desde la Ciudad de México. Varios núcleos de poder económico se han desarrollado en los últimos años y sería insensato no escuchar el reclamo de las regiones y Estados de ser más independientes en sus decisiones.

Se necesita, entonces, un nuevo pacto federal que descentralice las decisiones políticas y económicas. Esto es un imperativo por razones de índole política, financiera, cultural y sociológica. El México del porvenir será federalista o no será. 
@gdehoyoswalther