Por: Alejandro Carvajal Hidalgo

En los sistemas políticos contemporáneos del mundo hay una generalidad: un sistema pluripartidista, en los que, a través de elecciones se deciden a los líderes políticos de las sociedades. Sin embargo, en México, desde 2018 hay una tendencia bastante peculiar en lo que respecta al poder político, ya que, la disputa por el poder se ha centrado en dos fuerzas políticas, las de Morena y sus aliados, y la de los partidos del viejo régimen, el PRIANRD.

Esta tendencia centrípeta se reduce a una disputa política concreta. Se está a favor de la transformación y de la revolución de las conciencias, o en su defecto, de los vicios y malas prácticas del pasado reciente que aún cuesta trabajo erradicar. También se puede entender a la luz de un país igualitario, o de un país donde el influyentismo, el capitalismo de cuates y la segregación social por color de piel, ingreso económico o género, sean la máxima que se sigue desde el gobierno.

La discusión política nacional orbita en torno a estas dos fuerzas políticas, mismas que se repelen y que, con un análisis simplista, se podría reducir a una alta polarización. De ahí que, los sesudos analistas nacionales se rasguen las vestiduras con el argumento de un país dividido; sin embargo, es un efecto político de una política pública congruente, democrática e incluyente que ha logrado dos grandes consensos: uno a favor de la renovación del régimen, y el otro, donde los intereses mezquinos se aglutinaron para reaccionar a esta nueva dinámica social.

El ala progresista no es una fuerza homogénea. La representación de todos los sectores sociales es tan amplia, que incluso, a muchos de los que acompañamos la lucha por las reivindicaciones sociales desde hace un tiempo, nos parece incómodo aceptar a fuerzas económicas y políticas con posiciones muy fuertes en contra de derechos; sin embargo, el primer paso ya lo han dado, ahora solo hay que ganar, dentro del ala lopezobradorista, que siempre se prioricen las demandas de izquierda, es decir, que no se abandone la lucha por la justicia social.

Esa es una labor que nos compete principalmente a los que somos originarios del lopezobradorismo políticamente, pues de lo contrario, puede suceder un caso semejante al de Argentina, donde el peronismo es tan amplio y diverso, que hay un ala neoliberal, conservadora y antiderechos, que ha dificultado los avances de esa hermana nación del sur.

Tampoco hay que enfermarnos de soberbia. El conservadurismo es una fuerza política vigente. Lamentablemente su principal fuerza son los prejuicios, pero al final es una fuerza que está ahí, se expresa de manera violenta, no está organizada, pero reacciona, y el principal antídoto es y seguirá siendo la revolución de las conciencias.

@acarvajalh