Por: Paula Garate V.

212 años celebrando nuestra independencia como nación necesariamente nos invita a reflexionar sobre nuestra propia experiencia. A lo largo de su historia contemporánea, México ha enfrentado importantes transiciones políticas y sociales que han moldeado la capacidad de la sociedad para enfrentar contextos muy diversos de adversidad. 

Pareciera fácil referirnos a nuestra historia independiente cual si se tratase de un logro que no hubiere representado el costo de tantísimas vidas cuando la evidencia documental nos revela cuan encarnizado fue en realidad. Bien vale reflexionar qué tanto ha sido de provecho por las generaciones recientes.

México coexiste hoy en día en un contexto perniciosamente normalizado en el que la violación a los derechos humanos constituye el común denominador en la actuación de sus autoridades de orden público. Tanto las instancias de seguridad pública (que desde luego deben ser civiles) como el sistema de procuración e impartición de justicia resultan insuficientes para paliar la situación actual de violencia que azota al país.

Es de sorprender la arenga del Presidente en el acto cívico de celebración de la independencia: «¡Muera la corrupción!», precisamente porque desde su campaña electoral el propio Andrés Manuel López Obrador prometió que a su llegada al poder ésta prácticamente desaparecería. Sin embargo, a cuatro años de iniciado su mandato la corrupción más allá de haber desaparecido cual si pudiera hacerse por decreto presidencial, parece haberse multiplicado exponencialmente, e incluso haber adoptado modalidades novedosas, sutiles en algunos casos, y volverse escandalosamente explícita en muchos otros. 

Y es que la violencia desmedida e incontrolada, la corrupción y la impunidad que como nunca hoy tenemos, representan parte de los serios problemas que padecemos, evidenciando a diario estos gobiernos de 4Ta. Absoluta incapacidad para resolverlos. Hubiera sido importante que al igual de arengar por la muerte de la corrupción hubiera entonado un sonoro «Muera el mal gobierno», tal cual grito Hidalgo, pero quizás la jugada le hubiera terminado de asestar el descomunal autogol que se metió.

¿Puede una nación que se diga independiente tolerar las atrocidades que vivimos? La normalización y asimilación de los grandes males de la vida pública y privada no debieran ser siquiera admisibles. Por el contrario, la sociedad hoy por hoy está necesitada de gobiernos que acentúen armónica y equilibradamente su independencia, una real independencia en la que la autonomía de la persona sea respetada de manera universal y progresiva sin que el Estado interfiera en ella salvo en lo que implique el respeto de los derechos de los demás. No los tenemos, no tenemos esos gobiernos aún, pero la sociedad civil trabaja discretamente en alcanzarlos en el mediano plazo.

Un México en el que los casos de las personas desaparecidas, de los feminicidios y de los delitos sexuales, e incluso contra la niñez representan la constante, no parece ser honroso de la independencia que goza, no porque no la merezca sino porque no despierta la voluntad para defenderla. Sin embargo, y pese a todo ello, México tiene en su riqueza pluricultural y de diversidad a muchísimas personas que en el día a día obsequian a la nación sus más importantes esfuerzos en honrar esa independencia. 

México se sostiene en pie gracias a personas que son conscientes del alto precio de la libertad, gente que lucha, que da siempre lo mejor de sí, hombres y mujeres de todas las edades que, aunque no participaron de la lucha independentista iniciada hace más de dos siglos, sí luchan en el presente por mantener esa independencia, la que se conquista todos los días, luchemos pues porque México nos necesita hoy más que nunca.

@PaolaGarateV