Por: Solange Márquez

Han pasado nueve meses desde aquel frío día de febrero en que el presidente ruso, Vladimir Putin, comenzó la invasión a Ucrania. Nueve meses de una guerra que ha destruido pueblos y ciudades por igual y que ha destruido la vida de millones de personas inocentes. 

Pero nueve meses es un tiempo muy largo y las historias son tantas que a veces parece imposible contarlas todas. Imposible porque no hay espacio suficiente y porque hay que elegir aquellas que no se han contado lo suficiente. El traslado de niños ucranianos a territorio ruso, sin consentimiento es una de ellas. 

A pregunta expresa que hice a Olga Stefanishyna, viceprimera ministra de Ucrania para la integración Europea y Euroatlántica, durante el Foro Internacional de Seguridad en Halifax, sobre la cantidad de ucranianos enviados a territorio ruso, respondió que Kiev estima alrededor de 1.5 millones de niños y mujeres han sido llevados por la fuerza a Rusia. 

Sin embargo, en Kiev no cuentan con datos exactos “no tenemos acceso a información sobre el lugar en el que viven o en qué condiciones se encuentran”. Stefanishyna, de 37 años, sabe que su trabajo en este foro es, justamente, llevar luz sobre estos temas, mostrar los crímenes de guerra que ha cometido Rusia en esta guerra y con ello conseguir y fortalecer alianzas.

En el secuestro de niños, Rusia ha utilizado todo tipo de técnicas. Desde llevar a los niños a “campamentos recreativos” voluntariamente, pero sin aceptar regresarlos después, “rescatarlos” luego de que sus padres murieron en algún bombardeo, hasta directamente secuestrarlos, deportarlos y ponerlos en orfanatos o entregarlos directamente a familias adoptivas en territorio ruso, bielorruso o en los territorios ocupados. Un acto atroz, especialmente considerando que muchos de esos niños no son huérfanos y se les engaña haciéndolos creer que sus familias no los quieren de regreso en Ucrania. 

De acuerdo con la Convención contra el Genocidio y la Convención sobre los derechos de los Niños de Naciones Unidas, la deportación o traslado de un niño sin su consentimiento se considera como un acto de genocidio. En la Rusia de Putin, los niños ucranianos son utilizados como armas de propaganda y presentados en los medios controlados por el Estado como los ejemplos de supuestos “rescates” logrados gracias a la “liberación”. 

El gobierno ucraniano y distintas organizaciones de la sociedad civil se han esforzado para encontrar formas de regresar a esos niños a casa, sin embargo, mientras se logra el rescate de algunos, otros miles continúan siendo deportados. La guerra debe terminar para que esto también termine. 

En Halifax, un ojeroso Volodymyr Zelensky reiteró su plan de 10 puntos para alcanzar un acuerdo de paz. Como lo hizo durante el G20, a través de videoconferencia, aseguró: “Esta es una fórmula para la paz”, la cual incluye, la liberación de todos los prisioneros de guerra y la repatriación de todos los deportados. 

Es urgente que termine la guerra y que termine con un indubitable triunfo de Ucrania. Ese triunfo debe traer consigo la devolución del territorio aún ocupado, pero más importante aún, debe traer de vuelta a las decenas de miles de niños que Rusia se ha llevado de Ucrania. 

Con mirada triste, pero decidida, la viceprimera ministra asegura que esta guerra es la consecuencia de haber permitido a Rusia pensar que podía librar una guerra a gran escala, “así que pienso que el plan A debe ser ganar”.  

Twitter: @solange_