Cancillería de bolsillo
opinión
Por: Luis Carlos Vélez
Esta semana, la familia de por lo menos un colombiano que intentó migrar a Estados Unidos para encontrar un mejor futuro llora su muerte.
La tragedia migratoria más letal que haya tenido lugar en los últimos años ocurrió el pasado lunes, cuando un incendio en un centro migratorio de Ciudad Juárez acabó con la vida de por lo menos 40 personas.
Las primeras indagaciones señalan que fueron los propios custodios de estos migrantes los que provocaron su muerte. Según el relato del Gobierno mexicano, por lo menos ocho de los vigilantes, oficiales y privados, encargados de cuidar a los detenidos se habrían negado a evacuarlos cuando arrancaron las llamas.
Según el presidente Andrés Manuel López Obrador, la conflagración fue provocada por un grupo de ecuatorianos, venezolanos, salvadoreños y colombianos que prendieron fuego a colchonetas a manera de protesta por las condiciones del lugar.
Lo que pasó en el sitio habría sido un verdadero infierno en el cual dejaron que se quemaran vivas 40 personas en medio de gritos y lamentos, producto de la desidia, inhumanidad y desprecio que tendrían las autoridades por un grupo de personas que solamente querían un mejor futuro para sus familias. Nadie migra cuando lo tiene todo en su país.
Entre los muertos está por lo menos un colombiano. Las autoridades mexicanas aún están dando detalles de lo ocurrido y hay por lo menos otras 20 personas heridas en condiciones graves. ¿Y el Gobierno colombiano? Ni enterado.
No es extraño. La Embajada de Colombia en México es tal vez la mayor demostración de que el verdadero cambio de esta administración es la del nombre de los amigos sin méritos que llegan al poder. Tanto que despotricaban de las maneras en que se manejaban las cosas en el país y terminaron haciendo lo mismo o peor.
Nuestra representación diplomática en México está ocupada por un personaje oscuro, sin mayor mérito que ser un “community manager” vinculado al petrismo y que a duras penas terminó algunos semestres universitarios sin lograr graduación formal. Álvaro Moisés Ninco Daza, embajador colombiano en ese país, es copia de Sebastián Guanumen, cerebro de la estrategia sucia de redes sociales durante la campaña presidencial, y ahora cónsul en Chile. Evidentemente, el presidente está muy agradecido por el trabajo de ambos.
Es tal la feria de nombramientos dudosos y faltos de méritos que los funcionarios de carrera del Ministerio de Relaciones Exteriores se han visto forzados a interponer al menos 22 demandas por aparentes irregularidades. Vergonzoso.
Entre tanto, lo que pasa en la oficina del canciller Leyva es un sainete. Son múltiples las quejas de gritos y maltratos del ministro que muchos han optado por no acercarse a sus oficinas. Pareciera que el ego y la certeza de que algunos en esa cartera son tan intocables es tal, que hasta la papelería oficial tiene una imagen traslúcida de la silueta del funcionario. Déspotas.
Es evidente que esta es una Cancillería cuyo objetivo es el de trabajar en temas políticos del resorte del presidente y no para los colombianos en el exterior, que tanto necesitan del respaldo y apoyo del Estado.
Nada o nadie está atento a la migración histórica de colombianos que por estos días salen del país a buscar futuro. No hay seguimiento, acompañamiento ni una campaña que los alerte de los peligros que enfrentan al salir del país y entregarse a las garras de los coyotes y otras organizaciones encargadas del tráfico de personas. Ni siquiera llevan una contabilidad real del fenómeno migratorio del país.
Pareciera que en este Gobierno del cambio, los que trinaron a rabiar y masacraron con insultos a los enemigos del presidente en redes, incluido Leyva, tienen derecho a vivir sabroso con dineros de nuestros impuestos. El resto, que se quemen.
P. D.: El peor atentando contra la libertad de expresión de los últimos años lo acaba de realizar la ministra de Salud, Carolina Corcho. La funcionaria asegura que los medios de comunicación estamos imponiendo nuestro punto de vista frente a la reforma de salud. No, señora ministra. Todos los colombianos, incluidos los medios, tenemos el derecho de expresarnos libremente y opinar sobre lo que queramos. Sus declaraciones le hacen mucho daño al presidente Petro, quien hasta ahora ha recibido sin represalias las críticas que le hacemos en la prensa. Esto no es un reinado o una dictadura.
@lcvelez