Por: Javier Cravioto

Llevan décadas calumniando a López Obrador, ¿por qué nos sorprendería que una vez en el gobierno dejaran de hacerlo? lo declararon un peligro para México, lo desaforaron, pretendieron encerrarlo y sacarlo de la vida pública. Fox y Calderón alineados con las élites económicas pusieron toda la fuerza del estado en su contra, gastaron muchos recursos e influencias para acabarlo y sacarlo del mapa político, le crearon una guerra sucia para evitar verlo en la presidencia y nada les funcionó –no antes y no ahora-; no vieron que detrás de él estamos muchos; creyeron que se trataba de la lucha de un hombre cuando a lo que se enfrentaron es a la voluntad de un grandioso pueblo; ese pueblo al que no conocen y no entienden. No, no es solo López Obrador, es un México que ya no se deja y que tiene un proyecto que significa que ahora sigue Claudia, pero, ¿para qué? Aquí va mi explicación:

En el juego formal en que se organiza la competencia electoral los partidos políticos buscan ganar, ese es el sentido de su existencia, se conforman como organizaciones políticas para buscar y ejercer el poder.

¿Poder para qué?, sin duda para intentar incidir en la definición de la vida organizacional cotidiana y de la distribución y uso de los recursos públicos. Esto es lo que define a una organización política con un proyecto que se mueve únicamente en una tesitura económica en que a todo le ve cara de dinero, ganancia, compra-venta; en México tenemos un gran ejemplo en los 36 años de neoliberalismo que abarcan los sexenios de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. En esos 36 años el país perdió su patrimonio público de manera desbordada, las empresas de gobierno fueron rematadas o regaladas, se otorgaron concesiones de recursos naturales de manera escandalosa (la corrupción es también explicación), tierras obsequiadas a la minería, agua, minerales, ferrocarriles, carreteras, todo lo que pudieron regalar o rematar se hizo. Y eso fue una forma de ejercer el poder, sin duda.

Bajo una perspectiva más cultural, digamos que más holística, hay otra forma de ejercer el poder, una que incorpora tres cosas a la facultad y definición de las reglas económicas: el beneficio colectivo, el ritual público y la emoción. Y esto, es otra forma de ejercer el poder, también sin duda. He aquí el dilema moral que queda patente entre derecha e izquierda; gobernar para los negocios, las empresas y los funcionarios que se enriquecen en su gestión o gobernar para el beneficio de todos. Me remito a Robespierre, líder de la Revolución francesa, presidente de la Convención Nacional en dos ocasiones: “Ningún hombre tiene el derecho de amontonar grandes cantidades de trigo al lado de su prójimo que muere de hambre. ¿Cuál es el primer objetivo de la sociedad? Mantener los derechos imprescriptibles del hombre. ¿Cuál es el primero de esos derechos? El derecho a la existencia” *

  • El beneficio colectivo: en la 4T se definió en la frase “Por el bien de todos primero los pobres”, se ejecutó en las políticas sociales y económicas de becas, pensiones, incrementos al salario, desarrollo de zonas marginadas (principalmente sur, sureste), buen manejo de las variables macroeconómicas, obras públicas de utilidad para las mayorías: carreteras, trenes, caminos, sistemas hidráulicos, refinerías; austeridad en el gasto público, entre otras.
  • El ritual público: la cercanía con los ciudadanos por parte del presidente, el respeto a las costumbres de los pueblos, el “yo me hinco donde se hinca el pueblo”, la comunicación diaria (la Mañanera, siempre denostada y ahora imitada) que marca la agenda de información pública; la presencia constante del gobernante en todos los Estados; la reiteración de la historia como fuente del presente; la insistencia en no olvidar que la corrupción y los corruptos (con nombre y apellido) son quienes nos arrastraron al país que se recibió en el 2018.
  • La emoción: Las encuestas marcan que la apreciación al presidente López Obrador es además de mayoritaria (como nunca antes la ha tenido ningún otro presidente mexicano desde que se tienen estas mediciones), transversal, es decir que cruza todos los segmentos de edad, escolaridad y clase social. No me refiero a si hay de por medio una decisión de voto a favor o voto en contra, me refiero al hecho de que la mayoría de los ciudadanos de este país, en rangos que alcanzan el 80% considera que se ha hecho un buen trabajo. ¿Y qué tiene que ver esto con la emoción? Tiene que ver con que hay un sentimiento generalizado que vislumbra un futuro mejor, que ve que bajo una forma distinta de gobernar, bajo un estilo personal de gobernar(Cosío Villegas dixit): los más desposeídos, los más viejos, los menos preparados porque no se les permitió estudiar, las minorías “inexistentes”, las mujeres en general; todos los que fueron dejados de lado, desechados, por un capitalismo atroz; hoy ven políticas públicas que les incluyen y sobre todo hoy tienen esperanza. Pienso en Antonio Machado cuando dice: “Dice la esperanza: Un día/ la verás, si bien esperas./ Dice la desesperanza:/ Solo la amargura es ella./ Late, corazón… No todo/ se lo ha tragado la tierra”Y la esperanza, contrario a lo que el conservadurismo y la derecha mexicana dice, no es meramente simbólica, y por no entender esto es que se encuentran tan lejos de todo: del cariño de los ciudadanos y, de lo que más o únicamente les importa, de sus votos.

¿Para qué queremos ganar el próximo junio de este año quienes somos parte del proyecto 4T?

Para continuar con un proyecto, llámese o no Humanismo mexicano -ese decir de López Obrador que retoma del autor romano Publio Terencio “nada humano nos es ajeno”, añadiendo que: nutriéndose de ideas universales, lo esencial de nuestro proyecto proviene de nuestra grandeza cultural milenaria y de nuestra excepcional y fecunda historia política”.

Queremos ganar para ejercer una idea que convertida en acción habla de justicia, soberanía, igualdad y libertad para todos. Queremos ganar para que en continuidad pongamos el siguiente piso de la 4T, en mejorar lo que se hizo, en corregir lo que se hizo mal, en hacer lo que no se hizo; pero siempre e invariablemente sin permitir un regreso al pasado que hoy representa el prianismo y la oposición conservadora, corrupta y de derecha que se mantiene al acecho.

No somos esos tibios que se llaman izquierda democrática, que con su pasividad acompañaron la construcción del neoliberalismo, no somos esos marchantes de colores en defensa de lo indefendible y no somos bajo ninguna circunstancia de esos que hablamos de libertad si se refiere a esa libertad negativa del neoliberalismo que se repliega y acota en un individuo, sino que somos quienes pensamos en la libertad a través de la acción e inteligencia colectivas, en comunidad, en ciudadanía. Para eso queremos ganar.
Fuentes:

@author_cravioto

dedogmasyrenuncias.com