Por: Tania Jasso Blancas

El 10 de mayo, ese día en el que México se engalana de festivales emotivos y las calles se llenan de flores y sonrisas, no todos los abrazos encuentran su destino. En México, el Día de las Madres adquiere un matiz diferente para aquellas mujeres que, en lugar de regalos envueltos con esmero, anhelan el regreso de un abrazo ausente, el eco de una risa perdida en la vorágine de la desaparición.

 La historia de México está marcada por la lucha incansable de madres valientes que, en lugar de descansar en la dulzura de la maternidad, se ven obligadas a surcar el territorio de la incertidumbre, entre los espinosos senderos de la búsqueda de sus hijos desaparecidos. Desde los oscuros años de la dictadura hasta los días presentes, el dolor y la esperanza se entrelazan en el corazón de estas mujeres, cuya fortaleza desafía los límites de lo humano.

 En el estado de Morelos, la tragedia se hace palpable en los números que revelan la cruda realidad. Cerca de 3 mil 300 personas desaparecidas, una cifra que desgarra el alma de una sociedad que parece haberse acostumbrado al horror. Y entre esos números, se encuentran los rostros de más de 3 mil madres, cuya angustia y desesperación han sido silenciadas por la indiferencia de aquellos que deberían velar por su seguridad y bienestar.

Tranquilina, una madre entre miles, se erige como un símbolo de resistencia en medio de la tragedia. Su hija, Mireya, desapareció en las calles de Cuernavaca. Desde entonces, Tranquilina ha emprendido una odisea sin fin, recorriendo los rincones del país en busca de respuestas que parecen esquivarla.

Pero la lucha de estas madres va más allá de las fronteras geográficas. Es una batalla contra la impunidad, la corrupción y el olvido. Es un grito de justicia que resuena en cada rincón del país, exigiendo que se haga honor a la memoria de aquellos que ya no están y que se garantice un futuro más seguro para las generaciones venideras.

El reciente escándalo del censo de personas desaparecidas, en el que se reveló la manipulación de cifras por parte de las autoridades, es solo la punta del iceberg de una crisis humanitaria que parece no tener fin. Ante la negligencia del Estado, son las madres de los desaparecidos quienes alzan la voz y se organizan en colectivos como Familias resilientes Morelos, demostrando que la verdadera fuerza reside en la unión y la solidaridad.

En este Día de las Madres, mientras el país se viste de celebración, recordemos a aquellas mujeres cuyos corazones palpitan al ritmo de la ausencia, cuya única esperanza es el regreso de un abrazo perdido. Honremos su lucha, su valentía y su amor inquebrantable, y comprometámonos a trabajar juntos para construir un México donde ninguna madre tenga que enfrentarse al dolor de la desaparición. Porque, al final del día, el mejor regalo que podemos ofrecerles es la promesa de un futuro más justo y seguro para todos.
@taniajassob